Rezo diario del mes

Dios sale a nuestro encuentro

Martes 08 de Noviembre del 2022



Nos ponemos en presencia de Dios, persignándonos.


¡Oh María!, durante el bello mes que te está consagrado, todo resuena con tu nombre y alabanza. Tu santuario resplandece con nuevo brillo, y nuestras manos te han elevado un trono de gracia y de amor, desde donde presides nuestras fiestas y escuchas nuestras oraciones y votos.

Para honrarte, hemos esparcido frescas flores a tus pies, y adornado tu frente con guirnaldas y coronas. Mas, ¡oh María!, no te das por satisfecha con estos homenajes. Hay flores cuya frescura y lozanía jamás pasan y coronas que no se marchitan. Éstas son las que Tú esperas de tus hijos, porque el más hermoso adorno de una madre es la piedad de sus hijos, y la más bella corona que pueden depositar a sus pies, es la de sus virtudes.

Sí, los lirios que Tú nos pides son la inocencia de nuestros corazones. Nos esforzaremos, pues, durante el curso de este mes consagrado a tu gloria, ¡oh Virgen Santa!, en conservar nuestras almas puras y sin manchas, y en separar de nuestros pensamientos, deseos y miradas aun la sombra misma del mal.

La rosa, cuyo brillo agrada a tus ojos, es la caridad, el amor a Dios y a nuestros hermanos. Nos amaremos, pues, los unos a los otros, como hijos de una misma familia, cuya Madre eres, viviendo todos en la dulzura de una concordia fraternal.

En este mes bendito, procuraremos cultivar en nuestros corazones la humildad, modesta flor que te es tan querida, y con tu auxilio llegaremos a ser puros, humildes, caritativos, pacientes y esperanzados.

¡Oh María!, haz producir en el fondo de nuestros corazones todas estas amables virtudes; que ellas broten, florezcan y den al fin frutos de gracia, para poder ser algún día dignos hijos de la más santa y la mejor de las madres.

Amén.

Primera semana: Esperanza

Al comienzo de este Mes de María, queremos ponernos en camino junto a nuestra madre. Quien se pone en camino, busca algo. Y quien busca, espera encontrar. Entre las alegrías y tristezas, anhelos y preocupaciones que llenan nuestra vida, empezamos este mes con esperanza. Buscamos reconocer que, como a María en la Anunciación, a cada uno y cada una de nosotros Dios le sale al encuentro de diversas maneras. En ese encuentro, somos llamados y llamadas a alegrarnos porque Dios está con nosotros. También a nosotros se nos dice: “No temas”. Así, miramos confiados el futuro, por incierto que parezca, y nos ofrecemos generosamente para que se haga en nosotros según su palabra.

 La Anunciación (Lc 1, 26–38)

En el sexto mes, Dios envió al ángel Gabriel a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen comprometida para casarse con un hombre llamado José, de la descendencia de David. El nombre de la virgen era María. El ángel entró a donde ella estaba y le dijo:

—«¡Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo!».

Ella se sorprendió al oír estas palabras y reflexionaba qué significaría aquel saludo.

El ángel le dijo:

—«¡No temas, María, porque Dios te ha mirado favorablemente! Concebirás y darás a luz un hijo, al que le pondrás el nombre de “Jesús”. Este será grande, será llamado Hijo del Altísimo, y el Señor Dios le dará el trono de David, su padre; reinará para siempre sobre la casa de Jacob y su Reino no tendrá fin».

María preguntó al ángel:

—«¿Cómo será esto, porque yo no tengo relaciones con ningún hombre?».

El ángel le respondió:

—«El Espíritu Santo descenderá sobre ti y el poder del Altísimo te cubrirá con su sombra. Por eso el consagrado que nazca de ti será llamado Hijo de Dios. Mira: tu pariente Isabel, tenida por estéril, concibió un hijo y ya está en el sexto mes, porque no hay nada imposible para Dios».

María respondió:

—«Aquí está la servidora del Señor. Que se haga en mí lo que tú dices».

Entonces el ángel se alejó.

Hoy nos reunimos por primera vez en este Mes de María. Lo hacemos desde el texto de la Anunciación. Allí, Dios sale al encuentro de María por medio del ángel Gabriel. En este Mes, Dios quiere salir a nuestro encuentro por medio de nuestra Madre. Como dice el Papa Francisco, María se vuelve misionera y camina con nosotros y nosotras como signo de esperanza.

“María es la que sabe transformar una cueva de animales en la casa de Jesús, con unos pobres pañales y una montaña de ternura. Ella es la servidora del Padre que se estremece en la alabanza. Ella es la amiga siempre atenta para que no falte el vino en nuestras vidas. Ella es la del corazón abierto por la espada, que comprende todas las penas. Como madre de todos, es signo de esperanza para los pueblos que sufren dolores de parto hasta que brote la justicia. Ella es la misionera que se acerca a nosotros para acompañarnos por la vida, abriendo los corazones a la fe con su cariño materno. Como una verdadera madre, ella camina con nosotros, lucha con nosotros, y derrama incesantemente la cercanía del amor de Dios. A través de las distintas advocaciones marianas, ligadas generalmente a los santuarios, comparte las historias de cada pueblo que ha recibido el Evangelio, y entra a formar parte de su identidad histórica.”

Francisco, Evangelii gaudium 286.

  • Mirando a nuestro país, nuestra ciudad, nuestro barrio, nuestra comunidad eclesial: ¿dónde reconocemos que Dios está saliendo a nuestro encuentro hoy?
  • ¿En qué reconocemos la presencia de María como “signo de esperanza” que nos acompaña personal y comunitariamente?


¡Oh María, Madre de Jesús, nuestro Salvador y nuestra buena Madre! Nosotros venimos a ofrecerte, con estos obsequios que colocamos a tus pies, nuestros corazones deseosos de serte agradable y a solicitar de tu bondad un nuevo ardor en tu santo servicio.

Dígnate presentarnos a tu Divino Hijo, que en vista de sus méritos y a nombre de su santa Madre, dirija nuestros pasos por el sendero de la virtud.

Que haga lucir con nuevo esplendor la luz de la fe sobre los infortunados pueblos que gimen por tanto tiempo en las tinieblas del error; que vuelvan hacia Él y cambien tantos corazones rebeldes, cuya penitencia regocijará su corazón y el tuyo.

Que convierta a los enemigos de su Iglesia y que, en fin, encienda por todas partes el fuego de su ardiente caridad; que nos colme de alegría en medio de las tribulaciones de esta vida y de esperanzas para el porvenir.


Amén.


Oración final sugerida: Oración para el Mes de María
(Esteban Gumucio, ss.cc.) 

Oh María, Madre del Señor y madre nuestra,
nosotros queremos alabar y bendecir a Dios
por los dones de gracia con que te ha colmado.

Al dedicar este mes a celebrarte con flores,
oraciones, cantos y alegría,
es a tu hijo Jesús a quien confesamos como mediador único
entre los hombres y Dios.

Tu gozo, Virgen María, es Jesús, Hijo del Padre e hijo tuyo;
la fuente de tu gloria es su Muerte y Resurrección,
para salvación de toda la humanidad.

Confiados en tu bondad de madre y en tu especial cercanía,
te pedimos ruegues a tu Hijo:
que nos conceda la luz espiritual para ver el amor de Dios en el mundo,
a pesar de nuestros fallos y pecados;
que aumente nuestra fe para confiar en su bondad,
a pesar de nuestra ignorancia y debilidad;
y que mueva nuestros corazones para ponernos, por amor,
al servicio generoso de nuestros hermanos.

En ti confiamos, Santa María, Madre de Dios.
Tú eres nuestro modelo en el seguimiento de Jesucristo.
Llevados de tu mano bondadosa,
animados por el Espíritu Santo,
esperamos caminar cada día con mayor perseverancia,
por el Camino que es tu Hijo,
hacia el Padre de toda misericordia.
Amén.

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