Oraciones Marianas
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Oración del Padre Hurtado a la Virgen

¡Madre mía querida, muy querida!
Ahora que tienes en tus brazos a tu bello Niño
no olvides a este pobre hijo tuyo.
Aunque sea por compasión, mírame;
ya sé que te cuesta aparatar los ojos de Jesús
para ponerlos en mi miseria.

Pero, madre, si tú no me miras,
¿cómo se acabarán mis penas?
Si no te vuelves a mi rincón,
¿quién se acordará de mí?
Si tú no me miras,
Jesús, que tiene sus ojitos clavados en los tuyos,
no me mirará.

Y si tú me miras, Él seguirá tu mirada y me verá.
Y, entonces, con que le digas:
"¡Pobrecito, necesita nuestra ayuda!",
Jesús me atraerá a sí y me bendecirá
Y yo lo marér, y Él me dará fuerza y alegría,
confianza y desprendimiento.

Me llenará de su amor y de tu amor,
y yo trabajaré mucho por ël y por Tí.
Haré que todos lo amen y te amen
y amando se salvarán.
¿Madre! ¡Y sólo con que me mires!
Tierras inmensas de las altas planicies andinas,
de calores húmedos de la Amazonia,
de nieves eternas y ríos gigantes.
Tierras americanas de la riqueza y de la aridez,
de las megápolis y de los espacios vírgenes.
¡Tierra de los hombres... tu tierra, Señor!
Rostros de indio vendido quíza de Asia,
del blanco de Europa y del negro de Africa.
Rostros tostados de los campesinos sobre el lago
Titicaca y el Río Negro.
Rostros de adultos envejecidos demasiado pronto
y de niños de ojos demasiado grandes.
Rostros masificados a lo largo de las calles
de Buenos Aires, y de San Pablo, de la Paz y de Santiago.
Rostros fríos o satisfechos deshechos o rebeldes,
sometidos o pacificados.
¡Rostros de hombres... tu rostro, Señor!

¡Cómo, en esta noche, en la hora en que una vez más
la noche cae pesada sobre el continente
cómo no tener el corazón afligido!
Los poderosos no son derribados de sus tronos.
Los humildes no son exaltados.
Los hambrientos no son colmados de bienes.
Los ricos no son despedidos con las manos vacías.
¿Cuándo pues, Santa Cruz será sinónimo de la Santa Cruz
y de su árbol de vida?
¿Cuándo pues, Valparaíso señalará la entrada al Valle
del Paraíso?

¿Cuándo pues, Asunción será la imagen de la Asunción por venir?
Nombres coloniales de ayer. Nombre dolorosos de hoy.
Nombres promisores de cielos nuevos y de la tierra nueva...
¡Tu nombre, Señor!

Anima a tus servidores, Señor,
para que antes de mañana se ilumine su mirada.
¡Y que no se pierda la esperanza!