El actual humanismo, severamente marcado por la cultura individualista, exitista y competitiva que nos impone la globalización, suele estar desarmado ante el dolor físico, moral y espiritual, ante la soledad, la vejez, la enfermedad y la muerte.

Es esencial reelaborar esta dimensión ineludible de la existencia humana. Cuanto más una cultura nos ayude a secar nuestras lágrimas sin eludirlas, más sólida será su fortaleza. Jesús en la cruz nos enseña a procesar el dolor, y su resurrección puede darle sentido al sufrimiento. No se trata de fomentar una cultura del dolor sino de una cultura que dé sentido a la existencia en todas sus dimensiones y no se limite a dar analgésicos pasajeros.





Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, Carta Pastoral “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile”, 27 de septiembre de 2012.

Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, La vida y la familia: regalos de Dios para cada uno de nosotros, 21 de julio de 2014.





Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, La vida y la familia: regalos de Dios para cada uno de nosotros, 21 de julio de 2014.

El ser humano corre el riesgo de ser reducido a un mero engranaje de un mecanismo que lo trata como un simple bien de consumo para ser utilizado, de modo que – lamentablemente lo percibimos a menudo –, cuando la vida ya no sirve a dicho mecanismo se la descarta sin tantos reparos, como en el caso de los enfermos, los enfermos terminales, de los ancianos abandonados y sin atenciones, o de los niños asesinados antes de nacer.

Este es el gran equívoco que se produce «cuando prevalece la absolutización de la técnica», que termina por causar «una confusión entre los fines y los medios». Es el resultado inevitable de la «cultura del descarte» y del «consumismo exasperado». Al contrario, afirmar la dignidad de la persona significa reconocer el valor de la vida humana, que se nos da gratuitamente y, por eso, no puede ser objeto de intercambio o de comercio.





Papa Francisco, Discurso ante el Parlamento Europeo, 25 de noviembre de 2014.