Estamos viviendo un rápido proceso de cambio cultural. Por doquier surgen nuevas actitudes y nuevos modos de enfrentar la vida. Esta novedad en algunas oportunidades nos atemoriza, y en otras nos sorprende y atrae por su vitalidad evangélica. La creciente demanda por un trato más igualitario para todos, comenzando por las relaciones entre el varón y la mujer, es una de ellas. El desafío que representa una sociedad más abierta y pluralista exige reconocer, respetar y valorar las mutuas diferencias, sobre todo aquellas que provienen de la multiculturalidad. Especialmente importantes son los cambios culturales en el manejo del tiempo, del espacio y de las relaciones sociales que están introduciendo las nuevas formas de comunicación y de trabajo en red. Estos cambios involucran a toda la sociedad, pero de modo especial a los más jóvenes.





Conferencia Episcopal de Chile, Orientaciones Pastorales 2014-2020 “Una Iglesia que escucha, anuncia y sirve”, 5 de enero de 2014.

No existen las familias "perfectas" que nos propone la propaganda falaz y consumista. En ellas no pasan los años, no existe la enfermedad, el dolor ni la muerte. No existen los dramas humanos, los problemas de convivencia entre los esposos, las situaciones dramáticas de hijos enfermos o en situaciones de vulnerabilidad. La propaganda consumista muestra una fantasía que nada tiene que ver con la realidad que deben afrontar, en el día a día, los jefes y jefas de hogar que con tanto sacrificio acuden a sus trabajos para "ganarse la vida".

La familia, fundada en el matrimonio, es la célula básica de la sociedad, como también lo reconoce nuestro ordenamiento constitucional y legal. Sabemos que es la realidad más valorada por los chilenos, la fuente de las mayores alegrías y el motivo de los mayores sacrificios en bien de sus integrantes, en especial de los hijos, teniendo los padres el derecho y deber de elegir la mejor educación para ellos, de acuerdo a sus convicciones y valores.





Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, La vida y la familia: regalos de Dios para cada uno de nosotros, 21 de julio de 2014.

En estos tiempos urge fortalecer la familia. Ello significa permitir que el niño nacido pueda contar con un padre y una madre que le conduzcan hasta su mayor desarrollo posible y puedan enriquecer su amor en la común tarea, de forma unida y sin límite de tiempo, es decir, en el matrimonio en el ámbito civil o religioso. Creemos, por ello, que es necesario reforzar las políticas públicas encaminadas a promover el matrimonio fundado entre un hombre y una mujer.





Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile, Mensaje de los Obispos al pueblo de Chile (Documento conclusivo 108ª Asamblea Plenaria CECh), 14 de noviembre de 2014.

No podemos dejar de pensar en la familia que es la primera y más importante educadora. Los valores fundamentales, el amor incondicional, el respeto, la solidaridad, el espíritu de servicio originariamente se aprenden y se ejercitan en el seno de la familia. Ella es el lugar donde germina la fe profunda en Jesucristo y se hace operante en toda la vida.

Ciertamente los rápidos cambios que se están produciendo conmocionan todos los aspectos de la vida familiar. Por eso queremos que la Iglesia sea un apoyo a todas las familias en su insustituible misión de educadoras de la humanidad. Si queremos un Chile nuevo, más humano y más justo, más solidario, debemos darle una prioridad a la familia para que viva y transmita los valores que hemos señalado.





Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, Carta Pastoral “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile”, 27 de septiembre de 2012.