Los delicados asuntos sobre los cuales debemos reflexionar demuestran, en nuestra opinión, la necesidad de contar con adecuados programas integrales de educación sexual fundados en una verdadera concepción sobre las mutuas relaciones entre varón y mujer, y en formación para el amor y el respeto a toda vida humana, desde su concepción hasta su muerte natural, como también para el desarrollo y cultivo de los vínculos de auténtico amor y la conciencia de responsabilidad. Sin estas instancias formativas difícilmente avanzaremos en una educación humanizadora como escuela para la vida.





Mensaje de la Conferencia Episcopal de Chile en torno al proyecto de ley sobre despenalización del aborto, Derecho humano a la vida, a una vida digna para toda persona, 25 de marzo de 2015.

Todo el sistema educativo debería apoyar a la familia en su labor de formación de la persona. Deseamos que nuestras escuelas, colegios y universidades vivan en un clima de confianza, ya que sólo en una cultura de auténtica confianza se hace posible educar.





Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, Carta Pastoral “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile”, 27 de septiembre de 2012.

Nuestra motivación es el bien de Chile, especialmente de sus niñas, niños y jóvenes. Ellos tienen derecho a una educación de calidad independientemente de donde estudien, y a crecer en un país respetuoso de la pluralidad de proyectos educativos, así como también del esfuerzo y aporte que tanto la educación pública como particular, laica y confesional, han brindado al país.





Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile, Una reforma educacional por el bien de Chile, 18 de noviembre de 2014.

La Iglesia concibe la educación fundamentalmente como un proceso de formación integral, mediante la asimilación sistemática y crítica de la cultura. Y esta, entendida como rico patrimonio a asimilar, pero también como un elemento vital y dinámico del cual forma parte. Ello exige confrontar e insertar valores perennes en el contexto actual. De este modo, la cultura se hace educativa. Una educación que no cumpla esta función, limitándose a elaboraciones prefabricadas, se convertirá en un obstáculo para el desarrollo de la personalidad de los alumnos. De lo dicho se desprende la necesidad que todo centro de formación confronte su propio programa formativo, sus contenidos, sus métodos, con la visión de la realidad en la que se inspira y de la que depende su ejercicio.

Es decisivo que todo miembro de la comunidad educativa tenga presente tal visión de la realidad, visión que se funda, de hecho, en una escala de valores en la que se cree y que confiere a maestros y adultos autoridad para educar. No se puede olvidar que se enseña para educar, o sea, para formar al ser humano desde dentro, para liberarlo de los condicionamientos que pudieran impedirle vivir plenamente como hombre y mujer.





Área Educación de la Conferencia Episcopal de Chile, Iglesia y Educación, 22 de abril de 2014.