Reconocemos y promovemos el derecho a la vida de la persona humana, sin discriminación alguna, desde la concepción hasta su muerte natural. Pero este derecho y su ejercicio no puede reducirse a los hechos de nacer y morir en paz. Nuestra opción por la persona y su derecho innato a la vida supone procurar como sociedad, además de prohibir todo atentado injusto contra la vida inocente, para todas las personas y sus familias, sin ninguna exclusión, las condiciones de vida acorde con su dignidad personal: vivienda adecuada, educación de calidad, trabajo decente, remuneración justa, medio ambiente favorable a la vida, oportunidades de desarrollo integral, etc.





Mensaje de la Conferencia Episcopal de Chile en torno al proyecto de ley sobre despenalización del aborto, Derecho humano a la vida, a una vida digna para toda persona, 25 de marzo de 2015.

La paz social es obra de la justicia. La sociedad sigue herida por vergonzosas brechas que excluyen a miles de compatriotas de las condiciones necesarias para su desarrollo integral. Y es una realidad que no solo afecta a los sectores más pobres y vulnerables, sino también a la clase media. Nos referimos, entre otras realidades, a la posibilidad de acceder a una vivienda digna; a un sistema de salud pública eficiente y de trato humano; a la situación de profesionales y técnicos que no logran un empleo digno después de años de sacrificios como estudiantes; a la situación de los jubilados y adultos mayores. En otros escenarios del diario acontecer, constatamos con preocupación la violencia del narcotráfico y la trata de personas; también hemos señalado la necesidad de abordar la situación de los pueblos originarios y la falta de políticas sociales para acoger a los inmigrantes de pueblos hermanos. Creemos que se debe promover el acceso y la calidad de la educación, respetando la libertad de enseñanza, así como la tarea y decisión prioritaria de los padres, que pueden y deben colaborar a la educación de sus hijos, también en lo económico y, a la vez, favorecer la igualdad de oportunidades para no perpetuar la desigualdad y generar un clima de perturbación social.





Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile, “Testigos de Cristo, nuestra Esperanza” (Mensaje conclusivo 106ª Asamblea Plenaria de la CECh), 8 de noviembre de 2013.

[Enunciado como segundo criterio orientador para la acción de la Iglesia, junto con la Centralidad de Jesucristo y el llamado de la Iglesia a ser servidora del Reino de Dios:]

Valor y dignidad de toda persona humana, cualquiera sea su condición. El ser humano está llamado a una plenitud, que los creyentes reconocemos en Cristo: la verdadera Vida se alcanza cuando nos hacemos capaces de gastar nuestra vida en dar vida a otros, tal como hizo el Señor Jesús. Estamos convocados a «vivir el Evangelio de la fraternidad y la justicia»





Conferencia Episcopal de Chile, Orientaciones Pastorales 2014-2020 “Una Iglesia que escucha, anuncia y sirve”, 5 de enero de 2014.

Para un cristiano, heredero del judaísmo, el origen de la dignidad del hombre y de la mujer radica en que ellos son imagen del Dios creador, son sus hijos predilectos, nacidos del amor y para amar. Eso nos ofrece motivos suficientes para tratar al ser humano con sumo respeto desde su origen hasta la muerte. Esta dignidad se ve realzada al constatar que Dios se hizo hombre en Jesús nuestro hermano.

En una cultura donde se nos valora por las competencias y el dinero, el cristianismo nos enseña, aunque no siempre hayamos sido fieles a lo que profesamos, a defender la dignidad humana sin condiciones.

Eso nos obliga a integrar al marginado, a cuidar del enfermo y a darle valor al desvalido porque son plenamente seres humanos.

Por eso se nos invita a tener una proximidad real con el pobre, y proponer un humanismo que no lo margine, no lo explote, que respete su dignidad y sus derechos. Precisamente porque el pobre no basa su existencia ni en la riqueza, ni en sus saberes, ni en sus títulos académicos ni en su abolengo, en él se manifiesta más puramente la dignidad del ser humano como ser humano.





Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, Carta Pastoral “Humanizar y compartir con equidad el desarrollo de Chile”, 27 de septiembre de 2012.