El pueblo chileno valora la vida. Nos duele la muerte, cualquiera sea su causa. Por eso también la Iglesia católica, en el reciente pasado, defendió tenazmente los derechos humanos y apoyó la abolición de la pena de muerte en Chile, así como el cuidado histórico de la vida en situaciones de vulnerabilidad social hasta hoy. Son todos pasos de gran civilidad. No quisiéramos que este patrimonio de civilización se viera obstaculizado por iniciativas legislativas que buscan introducir el aborto en Chile, en determinadas circunstancias. Conocemos dramáticas situaciones en la gestación de una nueva creatura humana y solidarizamos con el dolor de aquellas madres que, por desgracia, muchas veces deben asumir desamparadas su situación. Ella y su hijo son dos víctimas inocentes y de cuyo clamor debemos hacernos cargo. Pero sabemos que el aborto nunca será una solución para una mujer y su entorno, y también sabemos que un aborto selectivo abre las puertas para el aborto a todo evento. Introducir el aborto, sea cual sea la causa que la sustente, es un golpe al "alma de Chile".





Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile, Caminos de justicia para una sociedad fraterna (Mensaje conclusivo 107ª Asamblea Plenaria CECh), 9 de mayo de 2014.

Desde la vida y enseñanza de Jesús, de donde emana nuestra concepción cristiana de la persona humana, defendemos la vida de los más débiles como son el niño en el vientre de su madre, así como de los enfermos también jóvenes, de los adultos mayores debilitados por los años y el sufrimiento, a quienes en vez de una muerte buena y digna se les quiere ofrecer, una opción que jamás será solución: la decisión de quitarle o de quitarse la vida. Nos hace bien recordar el mandamiento que reserva la vida humana a Dios, sustrayéndola a la decisión del ser humano: "no matarás".





Conferencia Episcopal de Chile, Mensaje de los Obispos al pueblo de Chile (Documento conclusivo 108ª Asamblea Plenaria CECh), 14 de noviembre de 2014.

Reafirmamos nuestra convicción absoluta de que el derecho a la vida humana es el primero de los derechos humanos que debe ser respetado y defendido siempre, desde la concepción hasta la muerte natural. Junto con el querer de Dios, nuestra fe nos lleva a solidarizar con la maternidad de tantas mujeres que se ven sometidas a muchas presiones para evitar el nacimiento del hijo que viene en camino. Se dirá que la creatura en gestación es parte de su propio cuerpo, pero todos sabemos que es otro ser humano que, cuando nace, colma de felicidad a sus padres y familiares y enriquece a la sociedad. ¿No es esa la experiencia de la vida que compartimos a diario?

Un niño engendrado en el vientre de la madre es una vida humana y, por lo mismo, es acreedor del primero de los derechos humanos: que sea respetado y cuidado. Un niño que presenta problemas en su gestación, además de las maravillas que hoy hace la medicina, es una persona única que trae una misión particular a este mundo. La supresión de niño considerado "no deseado", (¿se puede hablar sinceramente de "no deseado"?), es una injusticia e implica un trauma que puede marcar de por vida. Y una mamá que, desgraciadamente aborta, muchas veces presionada por terceros, suele llevar un peso atroz por el resto de su vida, al haber puesto fin a la gestación de sus entrañas. Por eso, lejos de condenarla, queremos ayudarla, apoyarla, como lo hacen los programas de la Iglesia con las madres adolescentes o con las fundaciones que apoyan legalmente la adopción de los niños así nacidos. Alentamos las diversas iniciativas que promueven auténtica solidaridad y acompañamiento fraterno.

En vez de discutir una ley para poner fin al ser humano concebido, podríamos discutir cómo el Estado se puede hacer cargo de acompañar, aconsejar, abrir espacios en la sociedad y hasta financiar tantas iniciativas en favor de la vida que hoy se mantienen gracias a la generosidad de muchos. Y, lo sabemos, hay en los hospitales y clínicas comités de ética que pueden ayudar a decidir el camino a tomar para asegurar la vida de la madre y de su hijo, o bien, para recomendar el camino que, siempre queriendo salvar la vida de ambos, no lo logra. Para eso no se necesita una ley que despenalice el aborto.





Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, La vida y la familia: regalos de Dios para cada uno de nosotros, 21 de julio de 2014.