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Quinta semana de Cuaresma
Rechazo de Jesús y luz sobre la Cruz (II):
De las “obras” de Jesús a la “gran obra” reveladora de Dios en la Cruz
Juan 10,31-42

“Creen por las obras”

El evangelio de Juan no es de un fácil triunfalismo. La fuerza y la tenacidad del mal, la apatía, que a causa del pecado, se encuentra incluso en el corazón de los hombres de buena voluntad, lleva a malinterpretar y a rechazar al Verbo enviado al mundo.

Ya vimos ayer cómo los adversarios prefieren las “tinieblas” a la “luz”, no consiguen comprender de dónde proviene Jesús, o peor, rechazan –considerándola una herejía- su afirmación de que él viene de Dios y es manifestación viva del mismo Dios de la Alianza revelado en la historia del pueblo.

En el pasaje de hoy, vemos cómo después de haber contado la comparación del Buen Pastor (Juan 10,1-18) y de haber hecho una primera y positiva profundización que expone el tipo de relaciones que Jesús sostiene con su comunidad (10,22-30), nos encontramos con una nueva escena en la que, frente a la revelación de Jesús, el auditorio se divide en dos: los que aceptan y los que rechazan.

Puesto que Jesús declara que es una sola cosa con Dios  (“Yo y el Padre somos uno”, 10,30), sus enemigos toman piedras y tratan de asesinarlo (10,31). Ellos dicen que se trata claramente de una blasfemia: “Tú siendo hombre, te haces a ti mismo Dios” (10,33).  Pero Jesús replica: “A aquel a quien el Padre ha santificado y enviado al mundo, ¿cómo le decís que blasfema por haber dicho: ‘Yo soy Hijo de Dios’?” (10,35-36).

Jesús se defiende exhibiendo el certificado de sus obras: “Muchas obras buenas que vienen del Padre os he mostrado... Creed por las obras, y así sabréis y conoceréis que el Padre está en mí y yo en el Padre” (10,32.38b). De aquí se desprende que:

(1) El Hijo está en el Padre en una relación de armonía perfecta de pensamiento y de acción (10,38).

(2) Las obras de Jesús no son simples milagros, son obras reveladoras de la salvación que Dios está ofreciendo en el mundo en su Hijo.

Por lo tanto hay que conocer mejor a Jesús si no se quiere falsear su misión, desconocer su identidad y perder su oferta de salvación.  Las obras son indicadores que llevan a la fe, que invitan a una relación de comunión profunda con Jesús y en esta comunión con Jesús participa de la relación de amor que sostiene con el Padre.

Este es precisamente el caso del grupo que aparece al final del texto: aquellos que ven en Jesús la realización completa del anuncio de Juan bautista (10,41; ver 1,29-30) llegan a la fe: “Y muchos allí creyeron en Jesús” (10,42).

Quienes dan el paso de la fe, en este evangelio, son aquellos que han sido testigos del obrar de Jesús y captan su sentido a la luz de la palabra del profeta.

Si las obras son la ruta que conduce al negación o a la captación de la revelación de Dios en Jesús, ¿qué sucederá con la gran obra, que es su muerte en la Cruz?

 

Para cultivar la semilla de la Palabra en el corazón:


1. ¿Qué distingue a los que creen de los que no creen en Jesús? ¿Qué ruta sigue cada grupo?

2. ¿Qué valor tienen las “obras” de Jesús? ¿A dónde deben conducir sus milagros?

3. Jesús cita la Escritura (10,34). Los que “creen” en Jesús, lo hacen interpretando los hechos a luz de la palabra (10,41). ¿Qué indica esto?