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Quinta semana de Cuaresma
Rechazo de Jesús y luz sobre la Cruz (III):
¿Para que la fuerza de su mensaje no arrastre al mundo entero?
Juan 11,45-57

“Para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos”

La hostilidad mortal contra Jesús llega hoy a su punto de mayor tensión.  Tal como ha podido notarse en los pasajes evangélicos de todos estos días, ha habido un acentuado “crescendo” de amenazas e intentos de captura y asesinato de Jesús. El punto final está anotado en Juan 11,53: “Desde este día, decidieron darle muerte”.

La resurrección de Lázaro fue el acto final del ministerio público de Jesús, el último de sus siete signos reveladores.  Liberando a su amigo de la muerte, Jesús convalidó solemnemente su propia identidad de “Resurrección y Vida” (11,25).  Pero este signo importante hace también reventar la oposición final contra Jesús y le abre las puertas al complot que lo llevará a la muerte.

Los jefes, frustrados y temerosos, reúnen el Consejo Supremo para ver qué hacer: “¿Qué hacemos. Porque este hombre realiza muchas señales” (11,47).  Desde su punto de vista, ellos hacen una valoración de las consecuencias: dejarlo continuar es exponerse a un daño irreparable para la nación entera (ver 11,48).

Entonces el sumo sacerdote Caifás se levanta y hace su profética declaración: “Vosotros no sabéis nada, ni caéis en la cuenta que os conviene que muera uno solo por el pueblo y no perezca toda la nación” (11,49-50).

La verdad irónica de esta declaración es de tal forma irresistible que el evangelista no quiere que se le escape al lector la ironía: “Esto no lo dijo por su propia cuenta, sino que como era Sumo Sacerdote aquel año, profetizó que Jesús iba a morir por la nación –y no sólo por la nación, sino para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos” (11,51). 

He aquí la ironía: el Sumo Sacerdote y el Consejo condenan a Jesús para salvar al pueblo, pero al mismo tiempo el pueblo, la nación, la ley y el templo, quedan descalificados por el rechazo de Jesús, porque de este rechazo surge una nueva realidad, un nuevo pueblo en torno a Jesús.

La escena termina con la decisión de matar a Jesús (11,53) y con la noticia de que Jesús se refugia en Efraím con sus discípulos (11,54).   Jesús toma precauciones y se vuelve escurridizo, no se deja capturar. La pasión no es simplemente la confluencia de fuerzas adversas que posan su mano sobre Él, también –y sobre todo- es un acto de su libre voluntad: “Nadie me la quita (la vida), yo la doy voluntariamente” (10,18). Jesús determinará la hora.

El escenario está listo para la Pasión.  Otra Pascua se acerca (11,55). La peregrinación de judíos de todos los lugares del país a la Ciudad Santa, da pie para que se hable de una búsqueda constante de Jesús (11,56). La presión aumenta y el ambiente se pone más tenso. Unos buscan a Jesús para admirar sus obras y otros, las autoridades judías, para capturarlo (11,57).

Pero ya desde el anuncio profético de Caifás, de manera irónica se ha mostrado que las fuerzas que se despliegan contra Jesús serán vencidas. Dios revierte las malas intenciones de los adversarios. Mientras ellos creen que matando a Jesús se lo quitarán de encima, lo que logran es dirigirlo hacia el momento en el cual su amor tenaz por los amigos –signo del amor de Dios por  el mundo- será demostrado con mayor fuerza: Jesús reunirá en torno a Él al nuevo pueblo de Dios, esto es, la Alianza será renovada.

 

Para cultivar la semilla de la Palabra en el corazón:


1. El rechazo de Jesús en el evangelio de Juan alcanza su punto más álgido a propósito de la resurrección de Lázaro. ¿Cuál es el mensaje?

2. ¿Por qué deciden matar a Jesús?

3. ¿Cómo entender esta frase que declara el sentido de la muerte de Jesús: “para reunir en uno a los hijos de Dios que estaban dispersos”? ¿Qué nos dice hoy? ¿Qué podríamos esperar de la Semana Santa que comenzamos mañana?