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Quinta semana de Cuaresma
Camino hacia la Pascua (VII): la revelación del gran “Yo Soy”
Juan 8, 21-30

Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que Yo Soy

 Nos encontramos hoy con la cuarta de la lista de las siete revelaciones de Jesús en Jn 7-8. Recordemos: Jesús es (1) el enviado del Padre, (2) la fuente de agua viva, (3) la luz del mundo, (4) el “Yo soy” del éxodo, (5) el Hijo dador de libertad, (6) el dador de vida y (7) el Hijo de Dios preexistente.

Las frases claves de hoy son: “Si no creéis que YO SOY moriréis en vuestros pecados” (8,24) y “Cuando hayáis levantado al Hijo del hombre, entonces sabréis que YO SOY, y que no hago nada por mi propia cuenta; sino que, lo que el Padre me ha enseñado, eso es lo que hablo” (8,28).

En el trasfondo de esta revelación está el trasfondo bíblico del “éxodo”. En el libro del Éxodo 3,14-15, Dios se reveló como el “Yo soy”.  En el profeta Isaías esta revelación toma un matiz de ternura, en nombre le infunde seguridad a su pueblo: “No temas, que yo soy tu Dios. Yo te he robustecido y te he ayudado, y te tengo asido con mi diestra justiciera” (Is 41,10; ver también 45,1-8).

El evangelista Juan nos ofrece una impresionante proclamación de la divinidad de Jesús al presentarlo como el “Yo soy”: el Dios liberador, el “Dios de los padres” revelado en el desierto que se pone en acción para rescatar a su pueblo.  En consecuencia, se pide creer en Él y profundizar el camino de conocimiento de su misterio.

Pero es Jesús mismo quien se revela así: Él proclama que Yahveh salvador y eterno, así como lo proclamó Isaías y Dt 32,39, está presente en su vida y en su ministerio.  La frase de Jn 8,24 podríamos releerla así: “soy yo y no otro... yo soy el Dios redentor... aquí está el divino redentor, la divina presencia, el absoluto”.

En la Cruz el “Yo Soy” será exaltado. La contemplación del crucificado nos pondrá ante la divina revelación y suscitará en nosotros un caminar pascual.  Jesús es el Dios del éxodo que conduce a la humanidad –junto con él- hacia el Padre.  Lo hace unido a Él: en una inseparable unidad de amor y de naturaleza.

El Crucificado nos espera como signo de la máxima epifanía de Dios salvador: Él salva a todos los que lo contemplan con la fe y el amor del discípulo amado y de la Madre, ahondando en su profundo misterio.

 

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:


1. ¿Cómo se proclama la divinidad de Jesús en este texto?

2. ¿Qué relación hay entre la revelación del nombre en el Horeb y la revelación del Crucificado?

3. ¿Cuál debe ser mi respuesta frente a esta revelación? ¿Cómo la voy a hacer en la vigilia pascual?