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Acogiendo a Jesús recibimos la vida del Padre
Juan 5,31-47
“El Padre que me ha enviado, es el que da testimonio de mi”

En el evangelio de ayer que nos ha presentado la primera parte del discurso de Jesús sobre “la obra del Hijo”, Jesús nos ha donado la Revelación de sí mismo, identificando su obra como la obra misma de Dios: “lo que ve hacer al Padre: eso hace igualmente el Hijo” (5,19).

En esta primera parte de su enseñanza (5,19-30), Jesús venía hablando casi siempre en tercera persona. En cambio, ahora en la segunda parte, la cual leemos hoy (5,31-47), notamos cómo el “Yo” de Jesús aparece en todo el texto (19 veces). Y frente al “Yo” de Jesús está casi siempre el “Ustedes”, referido a los oyentes que  se oponen a El (11 veces). Esta disposición le da a nuestro pasaje un carácter de abierto enfrentamiento, de esta manera sigue apuntando nuestra mirada hacia la Pasión que se aproxima.

En este contexto, Jesús presenta algunos testimonios que fundamentan la validez de su “testimonio” (5,31). De manera que el rechazo de Jesús resulta grave, ya que es el rechazo mismo del Dios que sus enemigos profesan como su Dios.

1. El auténtico testimonio en  favor de Jesús es el Padre

Primero que todo, Jesús quiere dejar claro, que su testimonio sí es válido, porque no puede estar separado del “Otro”, que es el Padre: “Otro es el que da testimonio de mí” (5,32ª).

Siendo Jesús el “enviado”, no actúa nunca por su cuenta (5,19), sino que está siempre determinado por la voluntad del Padre (5,30). Por tanto, es incontestable que el testimonio de Jesús sea, al mismo tiempo, testimonio del Padre; se trata de un único testimonio que contiene la voz unánime de las dos personas. Esto es, precisamente, lo que la ley judía requería para dar validez a un testimonio (ver 8,18; 10,38).

2. Otros testimonios

Jesús cita otros testimonios porque el testimonio del Padre puede expresarse de diferentes maneras.

(1) Juan Bautista

El primero es Juan Bautista, que presentó siempre a Jesús como: la luz, el Mesías, el Profeta, el más fuerte, el que existía antes que él (ver 1,7-8.15.19.32.34).

Jesús hace notar que Juan no era la luz, sino “la lámpara”. No obstante, los judíos se dejaron atraer por la lámpara,  “por un instante” (5,35), más que acoger a Jesús que era la luz (5,35).

(2) Las “obras” encomendadas por el Padre

Pero Jesús tiene un testimonio mayor que el de Juan, estas son las obras que realiza en nombre del Padre:Porque las obras que el Padre me ha encomendado, las mismas obras que yo realizo, dan testimonio de mi (5,36).

En estas obras, que tienen carácter de “signo revelador”, el evangelista fija de manera especial su atención (ver 8,18; 10,38; 14,10-11). Las obras de Jesús testifican que Él es el enviado del Padre (5,36).

Jesús, el enviado el Padre, es el testigo por excelencia de su amor. Negarse a creer en Él  es negarse al amor de Dios: “no tenéis en vosotros el amor de Dios” (5,42).

(3) Las Sagradas Escrituras

Las Escrituras son el último testimonio presentado por Jesús para que creamos en Él: “...Ustedes investigan las Escrituras ya que creen tener en ellas vida eterna; ellas dan testimonio de mi, y ustedes no quieren venir a mi para tener vida (5,39-40).

Sin el conocimiento de Dios que sólo Jesús puede darnos, el estudio de la Escritura se vuelve estéril. Y viceversa, el conocimiento de las Escrituras lleva al reconocimiento de Jesús: “Si creyerais a Moisés, me creeríais a mí, porque él escribió de mí” (5,46).

Todos los testimonios presentados por Jesús hacen referencia a la obra salvífica del Padre, pero sus  interlocutores son incapaces de acogerlos  “porque no han oído nunca su voz y no han visto su rostro”  (5,37). Negándose  a aceptar a Jesús tampoco acogen su Palabra (5,39-40). 

Por el contrario, tenemos la vida del Padre cuando acogemos el misterio de Jesús y le permitimos prolongar en nosotros su comunión con Él,  su obediencia filial y su entrega a los hermanos.

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón

1. ¿A éste punto de la Cuaresma, cómo estamos viviendo la comunión con Jesús y con el Padre?

2. ¿En qué se basa Jesús para afirmar que su testimonio sí es válido?

3. ¿En qué se nota que en mí vida actúa Jesús? ¿Le dejo el espacio suficiente?