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Viernes de la tercera semana de Cuaresma 

 Nuestro amor a Dios se expresa en el amor fraterno

Marcos 12.28b-34

“No existe otro mandamiento mayor que esto” 

 

Hemos recorrido ya una buena parte de nuestro itinerario cuaresmal. En este día penitencial, tenemos la oportunidad de verificar el camino recorrido e intensificar nuestro proceso de conversión, escuchando y siguiendo las enseñanzas de Jesús, nuestro Maestro. 

En el Evangelio de hoy Jesús vuelve a enfocar la característica fundamental de nuestro discipulado: el amor a Dios y el amor al prójimo, como expresión máxima de la voluntad del Padre sobre nosotros.

 

1.    El amor es lo primero 

Después de haber escuchado la discusión de Jesús con los saduceos sobre la resurrección de los muertos, “un escriba se acercó a Jesús, y le preguntó: ‘¿Cuál es el primero de todos los mandamientos?’” (Marcos 12,28). 

La pregunta que el escriba le dirige a Jesús es simple y directa, no tiene asomo de   hostilidad o ironía. De la manera como concluye el diálogo entre los dos (ver 12,32-34) podemos pensar  que este hombre se ha acercado a Jesús con un sincero deseo de aprender de él. 

Jesús le responde: El primero es: ‘Escucha Israel: el Señor nuestro Dios es el único Señor, y amarás al Señor tu Dios, con todo tu corazón, con toda tu alma, con toda tu mente y con todas tus fuerzas’(12,29-30). Y  “El segundo es: ‘Amarás a tu prójimo como a ti mismo’(12,31). En su respuesta Jesús está uniendo dos citas del Antiguo Testamento: la primera de Deuteronomio 6,4-5, que sintetiza la profesión de fe del pueblo de Israel, y la segunda de Levítico 19,18, referida al amor al prójimo. 

Notemos que el escriba en su pregunta hace referencia a un solo mandamiento: ¿Cuál es el primero de todos los mandamientos? Jesús, por el contrario, le responde añadiendo un segundo, y concluye afirmando que es uno solo: “No existe otro mandamiento mayor que estos” (12,31).

 

2.    Amar a Dios en el hermano  

La originalidad de Jesús está en unir los dos mandamientos en uno solo y afirmar que éste es mayor de todos los mandamientos. Notemos cómo la palabra que conecta a los dos mandamientos y hacen de ellos uno solo es precisamente la palabra  Amor. 

Jesús siempre unió el amor a Dios y el amor al prójimo hasta el punto que no se puede vivir el uno sin el otro. Juan,  el discípulo amado, supo expresar estupendamente, es su primera carta esta síntesis del amor aprendida  en la escuela del Maestro pues quién no ama a sus hermano, a quien ve, no puede amar a Dios a quien no ve. Y hemos recibido del Él este mandamiento: quien ama a Dios, ame también a su hermano” (1 Juan 4, 20-21). 

Jesús es la expresión viva de esta síntesis: El, el  Hijo amado, quien vive con el Padre en una relación de amor indescriptible, hace visible este amor, amándonos a nosotros hasta el extremo de entregar su propia vida (ver Romanos 5,81). Recordemos de nuevo el pensamiento de Juan: “En esto hemos conocido lo que es el amor, en que dio su vida por nosotros” (1 Juan 3,16). 

En la cuaresma, El Maestro de la Vida nos está pidiendo con insistencia este ejercicio de amor, amar como somos amados por el Padre, amarnos unos a otros como Jesús nos ha amado. 

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en lo profundo del corazón 

1.    Según Jesús: ¿cuál es el primero y mayor de los mandamientos? 

2.    ¿En qué forma mi relación con Dios incide en mi relación con los demás? 

3.    ¿Cómo podemos hacer vida en nuestra familia o en nuestra comunidad el mandamiento que Jesús nos dejó?

 

“Debemos amar la oración.
La oración dilata el corazón hasta el punto de hacerlo capaz
de contener el don que Dios hace Sí mismo”

(Beata Teresa de Calcuta)