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Segunda semana de Cuaresma
Unificar la vida en la coherencia entre lo que se dice y se hace
Mateo 23,1-12

Porque dicen y no hacen

Somos muy dados a decirle a los demás lo que tienen que hacer y resulta que a veces se nos olvida mirarnos en el espejo. Pero las palabras del Señor no son para unos sí y para otros no: la exigencia es igual para todos. En la comunidad de Jesús no cabe la separación: los que enseñan y los que practican. No, todos practican.

Las palabras dirigidas a los fariseos no son exclusivas para ellos sino que cobijan a todos los miembros de la Iglesia (ver 23,1). Observemos el orden de ideas:

(1) Jesús valida la autoridad de los maestros de la Ley (“Haced, pues, y observad todo lo que os digan”, v.3ª), pero pide: “No imitéis su conducta” (v.3b).

(2) Jesús va al grano y señala las tres conductas que reflejan incoherencia:

(a) La doble vida: “decir” pero “no hacer” (v.3c);

(b) la falta de compromiso: “poner cargas pesadas en las espaldas de la gente” pero “ni con el dedo moverlas” (v.4);

(c) el buscar lo más visible para ser notado: “Todas sus obras las hacen para ser vistos por los hombres” (v.5ª). Tres ejemplos concretos: el vestido, los primeros puestos en los espacios públicos (banquetes) y religiosos (sinagoga) y la exigencia de que los llamen por el título (vv.5b-7).

(3) Partiendo del último punto (“que la gente los llame Rabí”) Jesús señala el comportamiento distintivo del discípulo: “Vosotros, en cambio...” (v.8ª):

(a)   En la comunidad se construye en una unidad de base: “vosotros todos sois hermanos” (v.8c).

(b)   En la comunidad la autoridad se ejerce en cuanto se vive en comunión con el único Maestro (v.8b), con el único Padre (v.9) y con el único Director (v.10).

(c)    La motivación fundamental de todo comportamiento cristiano debe ser la del servicio (v.11-12).

Las palabras de Jesús cuestionan la vida espiritual: el propósito es que la Palabra descienda hasta lo más hondo e impregne nuestra vida, que ponga en crisis los criterios de comportamiento y sus motivaciones más profundas. Cuando esto no sucede, enseguida se manifiestan las patologías diagnosticadas por Jesús en este evangelio.

Por eso Jesús propone el camino de la unificación en Él: partir desde lo más bajo posible, como el servidor que se humilla. Esa fue su actitud fundamental que se manifestó finalmente en la Cruz. La Cruz purifica el corazón y lo hace auténtico, despoja las apariencias y hace que brote la verdad del ser, coloca a cada persona en el lugar social correcto para que, levantando las cargas de los demás, todos juntos crezcan en la dirección del Dios Padre, Maestro y Guía en quien todo converge. 

En nuestro Bautismo fuimos revestidos de Cristo. No olvidemos que el problema no está en vestirnos de cristianos sino en “ser” cristianos y el ser cristiano emerge de dentro, poniéndonos bajo el juicio de la Cruz. Recuerda los vv.11-12: a los fariseos no hay que imitarlos pero al Crucificado sí.

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:


1. ¿Cuándo ejercito la “lectio divina” me miro a mí mismo en el espejo de la Palabra o estoy pensando cómo aplicarle la enseñanza a los demás? (Recuerda la segunda pregunta de la “lectio”: ¿Qué me dice el texto?).

2. ¿En qué aspectos de mi vida todavía no he sido impregnado por la Palabra de Dios?

3. ¿La Cruz de Jesús pone en crisis mis intereses personales y mi afán por tener visibilidad y reconocimiento social?