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Primera semana de Cuaresma
La cuaresma como ejercicio de conversión en la escucha de la Palabra
Lucas 11, 29-32

Así como Jonás fue señal para los ninivitas,
así lo será el Hijo del hombre para esta generación

En estos días la Palabra de Dios resuena de manera especial. Es ella la que conduce los ejercicios que dilatan el corazón en el amor del crucificado y la oración que nos atrae para vivir más estrechamente en sintonía con el querer de Dios.  En pocas palabras, la Palabra de Dios que proviene de la boca de Jesús, nos marca la ruta del proceso de conversión.

En el evangelio el personaje central es Jesús: él es “más que Salomón” (v.31) y “más que Jonás” (v.32).

La inmensa dignidad de Jesús que emerge en contraluz con estos dos personajes consiste en la grandeza de su Palabra, la cual es superior a la predicación profética de Jonás y a la sabiduría de Salomón.

Observando el movimiento del texto, notamos que la mención del profeta Jonás se hace al comienzo y al final de nuestro pasaje (ver 11,29-30 y 11,32), quedando en el centro la mención del rey Salomón. Este destaque del profeta Jonás se explica por la frase: “Así como Jonás fue señal para los ninivitas, así lo será el Hijo del hombre para esta generación” (v.30).

¿Y cual fue la señal de Jonás para los ninivitas? Pues nada distinto de su predicación: los ninivitas “se convirtieron por la predicación de Jonás” (v.32b).  Por otra parte, sus oyentes eran extranjeros y, a pesar de eso estuvieron bien dispuestos y fueron capaces de dar el paso de la conversión. Ellos -desde el rey hasta el último de los súbditos- dejaron todos sus oficios para dedicarse a la penitencia pregonada por Jonás.

Esto se ilustra mejor con el ejemplo de una reina quien, dejando un reino entero y todas sus dignidades, viajó desde su lejana nación sureña en busca del hombre más sabio del que se había escuchado: el rey Salomón. Ella vino “a oír la sabiduría de Salomón” (v.31b). 

La buena disposición de la Reina para escuchar y la prontitud para la conversión que manifestaron los ninivitas para tomarse en serio la predicación de la penitencia, contrasta fuertemente con la actitud de “esta generación” de israelitas, ¡precisamente los de casa!, quienes se presentan como los más duros de corazón para tomar en serio a Jesús y su mensaje. Por eso la Reina y los ninivitas “se levantarán en Juicio contra esta generación” (v.31ª.32ª) que busca “señales”, es decir, milagros que los convenzan.

De hecho es más fácil pedir milagros que nos deslumbren y nos eviten el esfuerzo del creer, que abrirnos al encuentro personal con una persona que nos exige y que con su presencia y su palabra nos cambia la vida. Y la verdad sea dicha: ese es el verdadero milagro, el hay que pedir.

El evangelio de hoy nos invita a que cedamos en esa dureza de corazón que nos mantiene presos de otras cosas que consideramos importantes, pero que en realidad no son realmente fundamentales, para ponernos a escuchar a Jesús. No tendremos que hacer el largo viaje de la Reina de Sabá ni Jonás tendrá que ir a llevarnos el mensaje a ciudades lejanas: a Jesús lo tenemos “aquí” (lo enfatiza el evangelio).

La predicación de Jesús resuena primero de viva voz, pero su máxima palabra, la que está a punto de pregonar será su estar silencioso de brazos abiertos en la cruz llamándonos a hacer la correcciones que sean necesarias y a darle un nuevo impulso a nuestra vida en el gozo de su amor.

Para cultivar la semilla de la Palabra en el corazón:


1. ¿Cuál es finalidad de la cuaresma? ¿Cuál es el camino que se nos ofrece para lograrlo?

2. ¿Cuál es la señal de Jonás y como se actualiza en la cuaresma y la pascua?

3. ¿Qué decisiones voy a tomar dentro de mi agenda para permitir que esta cuaresma tenga espacio de intensa escucha y oración de la Palabra, de encuentro personal con Jesús, en función de un cambio de vida?