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Primera semana de Cuaresma
Disponerse para la conversión (I): La oración confiada de un hijo necesitado
Mateo 7, 7-12

Porque todo el que pide recibe

 El primer paso en el camino de conversión no es poner la mirada en el pecado sino en el amor de Dios. No se trata de hacernos acusaciones sino de dejarnos atraer por el cariño de un Padre que, porque conoce nuestros vacíos, nos ofrece lo mejor, lo que más necesitamos para que nuestra vida tenga la calidad y la dignidad de un hijo suyo.

Sólo en la medida en que seamos capaces de descubrirnos amados estaremos en condiciones reales de descubrir cuán distantes estamos de Dios y de valorar los dones perdidos.

Por otra parte, puesto que no se trata de perfeccionismo moral sino de acogida de la gracia de un Dios que hace pascua en nosotros, el punto de partida es la confesión de nuestra impotencia, el reconocimiento abierto de que somos necesitados, que no podemos salir adelante con nuestras solas fuerzas y que, por tanto, necesitamos extender las manos en súplica confiada.

La segunda catequesis de Jesús sobre la oración en el sermón de la montaña (Mt 7,7-12), entrena los movimientos del corazón que se dispone a acoger los dones de vida que vienen del Padre:

(1) En los vv.7-8 encontramos una serie de tres imperativos (“Pedid”, “buscad” y “llamad”).  El énfasis está en el movimiento de salida. El orante es esencialmente un buscador cuya certeza de la bondad de Dios lo pone en movimiento hacia él. Y se sale con la certeza de la respuesta, por eso se inculca que cuando uno acude a Dios, jamás se encuentra con un vacío silencioso que desanima, sino que por el contrario: se “recibe”, se “halla” y “se le abrirá”.  Dios  siempre escucha, con Él nadie sale con las manos vacías.

(2) En los vv.9-11 encontramos primero dos hipótesis (vv.9-10) que se inspiran en el mundo de los pescadores de Galilea, donde las piedras redondas y blancas del lago asemejan panes y donde los largos peces –anguilas incluidas- asemejan culebras. Cualquier persona con mínima salud mental admitiría que un papá nunca le daría a su hijo dones engañosos que al fin le harían daño. Así se inculca la certeza con la que el orante se dirige a Dios: lo que nos ofrece siempre nos hace bien, así no lo entendamos a primera vista.

Enseguida, en el v.11, se llega al punto alto de la catequesis. Las comparaciones anteriores son la plataforma para afirmar que la bondad de Dios supera con creces el amor paterno/materno humano que ya de por sí era extraordinario. Si al principio se inculca la certeza de la respuesta ahora se inculca la certeza de la bondad.

(4) En el v.12, finalmente, se pasa al plano de las relaciones cotidianas: allí no se admiten dicotomías espirituales, sino al contrario se construye una profunda unidad de vida: si recibimos también “damos” tomando la iniciativa en el amor “hace” el bien a los demás. La oración aterriza en un imperativo ético, ella es fuerza interior que cualifica las demás relaciones.

Notemos que Jesús invierte la antigua frase de Tobías 4,15, “no le hagas a nadie lo que no quieres que te hagan a ti”, y la pone en positivo: “todo cuanto queráis que os hagan los hombres, hacédselo también vosotros a ellos”. La nueva fórmula es mucho más exigente porque pide tomar la iniciativa, lo cual –si se hace- ya es un buen signo de que se entró en un camino de conversión porque el centro ya no es uno mismo (egoísmo) sino el otro. Y es que así es Dios (“esta es la Ley y los Profetas”).

El camino de la conversión se recorre por el camino de la oración, cuyos indicadores de la ruta cierta son estas tres convicciones.  Pero la cuaresma nos recuerda que no somos orantes solitarios sino orantes que caminan juntos dentro de una comunidad que reconoce toda ella pecadora. En el evangelio de hoy, de punta a punta, se insiste una y otra vez en el plural comunitario que converge en la expresión “Vuestro Padre” (v.11).  La pascua no es un acto individual, es la pascua de un pueblo que cada día se purifica más para ser una verdadera familia.

Para cultivar la semilla de la Palabra en la vida:


1. ¿Mi vida de oración está sostenida por las tres convicciones que Jesús inculca en el evangelio de hoy?

2. ¿Dónde tengo que poner primero la mirada para iniciar “con pie derecho” el camino de vuelta a la casa del Padre?

3. El Señor me invita a frecuentar más la oración comunitaria como espacio por excelencia de la oración cuaresmal, ¿Cómo le voy a responder?