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Sábado después de ceniza 

Entrada a la Cuaresma (III):
¡Dejémonos alcanzar por la misericordia!
Lc 5, 27-32

“No he venido a llamar a conversión a justos, sino a pecadores”

Lucas, el evangelista de la misericordia, se complace en mostrar a Jesús promoviéndolo y recreando la vida mediante curaciones y exorcismos y hasta el perdón de los pecados, cosa que puede hacer sólo Dios.

En este evangelio, el don de la misericordia circula de manera especial en medio de banquetes de Jesús con los pecadores. Conectando con el evangelio de ayer, si de la cena pasamos a la nueva comprensión cristiana del ayuno, en el de hoy, vemos cómo se da el paso final: el camino de conversión termina en el banquete de fiesta (recordemos el itinerario similar del hijo pródigo).

En el evangelio de hoy después de un milagro, precedido por el perdón de los pecados (Lucas 5,17-26), Lucas nos dice que, Jesússalió (5,27ª). El Maestro está nuevamente en camino, sigue buscando sin descanso, como Buen Pastor, a las ovejas descarriadas de Israel (ver Lucas 15,3-8).

1. La invitación

Y vio a un pecador llamado Leví, sentado en el despacho de los impuestos (5,27b). Jesús que ya está buscando a Leví, “lo ve”. La mirada es la expresión del corazón. Al verlo, Jesús lo ama, se compadece, lo mira con predilección. Jesús nunca discrimina ni rechaza al pecador, la única condición que le coloca es que se reconozca tal. Y es muy claro que Leví se reconoce pecador.

Él está “sentado”, esta actitud describe su situación inicial, quizás de parálisis, si lo confrontamos con el pasaje anterior donde un paralítico es perdonado por el poder de la palabra sanadora de Jesús.

Jesús, no sólo busca a Leví, lo ama y lo acoge así como es, y también lo elige, llamándolo a vivir con él y a colaborar en su misión. “Sígueme”, es la palabra creadora que transforma al pecador en discípulo.

 

2. La respuesta

Dejándolo todo se levantó y lo siguió(5,28ª). Leví responde incondicionalmente (ver 3,12-13), radicalmente, inmediatamente. Abandonando todo, Leví manifiesta su cambio interior y su total entrega a Jesús.

Se levantó y lo siguió” (5,28b). La decisión es radical, pero imprescindible; deja su vida de pecado que lo ha tenido sentado e inmóvil. En la mirada y la Palabra amorosa del Maestro ha descubierto el tesoro en el campo, ha encontrado la perla preciosa (Mateo 13, 44), como diría Pablo, ha sido conquistado por Cristo (Filipenses 3, 12).

 

3. La fiesta

Finalmente, Leví le ofreció en casa un gran banquete (5,29). Sintiéndose amado, acogido, perdonado, elegido y conquistado por Cristo, Leví se ha encontrado a sí mismo, ha encontrado la casa donde acoger al Señor y lo acoge feliz porque antes se ha sentido acogido por él.

La comida de Jesús con los pecadores es la realización del banquete del Reino, nuestro encuentro con Dios, la fiesta común del amor y la misericordia de Dios que nos ofrece gratuitamente su perdón y su intimidad; por eso, es el preanuncio del banquete eucarístico donde llegamos a ser uno sólo con Dios, una sola familia con él.

Los fariseos que están muy lejos de comprender la infinita gratuidad del amor de Dios, que viene a nuestro encuentro ofreciéndonos su vida, se irritan y cuestionan el comportamiento de Jesús y sus discípulos. Jesús les responde decididamente:

“No necesitan médicos los sanos, sino los que están mal.

No he venido a llamar a conversión a los justos, sino a los pecadores” (5,31-32).

En la primera parte de la respuesta, Jesús está afirmando una gran verdad: los hombres están enfermos y Dios es el médico, el único que los puede curar. Jesús, quien conoce la profunda herida de nuestro corazón vendido al poder del pecado, nos asegura que sólo por Él, por la entrega de su vida, Dios nos curará y nos salvará: “en sus llagas hemos sido curados” (Is 53,5; ver también Jeremías 17,4; Salmo 103,3; Oseas 6,1).

En nuestros oídos queda resonando la voz de Jesús que dice: He venido para. Esta es la acción que Jesús continúa realizando con nosotros.

Jesús sigue viniendo a llamar a conversión, no a aquellos que se auto justifican, sino a los que se reconocen pecadores. Y Jesús lo ha demostrado con los hechos, todos los que se han reconocido pecadores ante él han sido misericordiosamente perdonados, salvados, santificados: Zaqueo, la Samaritana, la Adultera, Pablo… Ahora es nuestro turno, ¡Ojalá nos dejemos alcanzar hoy por su misericordia!

La Cuaresma es el tiempo favorable en el cual podemos reconocer nuestro pecado y abrirnos a la tierna compasión de Dios que nos espera para hacernos participar en el banquete de la Vida. La llamada de Dios es gratuita, pero exige de nosotros una respuesta, un cambio de vida, como el de Leví que lo abandona todo, que se entrega totalmente  y comparte con sus amigos la misericordia de la cual ha sido colmado.

 

Cultivemos la semilla de la Palabra en el corazón


1. ¿Qué quiso decir Jesús al afirmar que no ha venido a llamar a la conversión a los justos sino a los pecadores?

2. El “sígueme” que Jesús le dirige a Leví es un llamado a desprenderse de su pasado y a lanzarse hacia delante. Jesús también hoy me llama a desprenderme de algo. ¿De qué? ¿Cómo lo haré?

3. Este año ha sido declarado el Año Internacional de la Eucaristía. ¿La participación en la Eucaristía dominical me hace más comprensivo/a y solidario/a con los demás?  ¿Cómo me doy cuenta de ello?