Carta de Mons. Cristián Caro

Con motivo del inicio del Mes de María y los últimos acontecimientos de la Iglesia, el Arzobispo de Puerto Montt, Mons. Cristián Caro C. pone esta reflexión a disposición de sus fieles a quienes invita además a rezar.

A los
Sacerdotes y Diáconos,
Religiosos y Religiosas, y
Fieles laicos de la
Arquidiócesis de Puerto Montt

Estimados hermanos en el Señor:

¡Paz y Bien!

1. Nuestra Iglesia inicia el Mes de María con mucho dolor, por las acusaciones contra sacerdotes y un Obispo de abusos y conductas deshonestas con menores de edad.

Nos apena grandemente la amplia difusión y comentarios tendenciosos que se han hecho de estas situaciones en algunos medios de comunicación social. Esto no hace bien al país ni a la Iglesia, que ha acompañado la fundación y desarrollo de nuestra nación, desde hace 500 años.

La Conferencia Episcopal de Chile declaró en Mayo pasado "que a la justicia corresponde determinar la veracidad de las denuncias y las responsabilidades que procedan. La Iglesia acogerá respetuosamente su veredicto, pero mientras tanto llama a todos, a que, como en todo caso judicial, se respete el principio legal de que se presume la inocencia de un acusado mientras un tribunal no declara lo contrario".

La Iglesia hará un proceso canónico cuando haya antecedentes que ameriten la verosimilitud de una acusación, y solicitará al afectado que, por el bien pastoral, interrumpa su ministerio mientras dure el proceso.

2. El Cardenal Arzobispo de Santiago, Mons. Francisco Javier Errázuriz ha hablado del "indecible dolor que han causado entre los sacerdotes y entre los laicos de la Iglesia, como también el gran desconcierto que han producido en nuestro país, los hechos por los cuales es procesado el pbro. Andrés Aguirre y las demás noticias que han aparecido posteriormente".

El mismo Cardenal, recién llegado de Roma, visitó a la familia de las niñas afectadas, dándoles apoyo moral y espiritual, y también pidiéndoles perdón, en nombre de la Iglesia. Visitó en la Penitenciaría al sacerdote acusado, como un padre lo hace con su hijo caído, y siguiendo las enseñanzas de Jesús

3. Con razón - continúa el Cardenal-, "la sociedad sufre y reacciona consternada cuando en ellos (los ministros del Señor) descubre abusos que son comportamientos equivocados, calificados tanto por la sociedad como por la Iglesia como delitos, que a los ojos de Dios constituyen pecados. La sociedad ha regalado su confianza a los sacerdotes precisamente porque los sabe hombres de Dios, hombres de bien y de esperanza".

4. También, el Santo Padre habló a los sacerdotes de este tema, en su carta del Jueves Santo 2002, diciendo: "en cuanto sacerdotes, nos sentimos en estos momentos personalmente conmovidos en lo más íntimo por los pecados de algunos hermanos nuestros que han traicionado la gracia recibida con la Ordenación, cediendo incluso a las peores manifestaciones del mysterium iniquitatis (misterio de iniquidad) que actúa en el mundo. Se provocan así escándalos graves, que llegan a crear un clima denso de sospechas sobre todos los demás sacerdotes beneméritos, que ejercen su ministerio con honestidad y coherencia, y a veces con caridad heroica. Mientras la Iglesia expresa su propia solicitud por las víctimas y se esfuerza por responder con justicia y verdad a cada situación penosa, todos nosotros-conscientes de la debilidad humana, pero confiando en el poder salvador de la gracia divina- estamos llamados a abrazar el 'mysterium Crucis' (misterio de la Cruz) y a comprometernos aún más en la búsqueda de la santidad. Hemos de orar para que Dios, en su providencia, suscite en los corazones un generoso y renovado impulso de ese ideal de total entrega a Cristo que está en la base del ministerio sacerdotal".

5. Con razón, la Conferencia Episcopal de Chile decía que "junto con denunciar, sin escapismos, el mal presente en nuestra Iglesia y llamar a superarlo, no debemos olvidar que esto se da en el contexto de un mundo que, equivocadamente, ha hecho de la total libertad sexual una de las banderas de lucha de la modernidad; y que crea un ambiente que contribuye a la pérdida del verdadero y hermoso sentido del amor y de la sexualidad humana".

Y el Santo Padre advierte que "el abuso de jóvenes es un grave síntoma de una crisis que está afectando no sólo a la Iglesia, sino a la sociedad en su conjunto. Es una profunda crisis de moralidad sexual, incluso de las relaciones humanas, y sus primeras víctimas son la familia y los jóvenes. Al afrontar el problema del abuso con claridad y determinación, la Iglesia debe ayudar a la sociedad a comprender y afrontar esta crisis en su corazón"

6. ¿Qué bien quiere sacar el Señor de toda esta situación? Ciertamente quiere purificar a la Iglesia, que es su Esposa y su Cuerpo Místico; el Padre Dios poda los sarmientos para que den más fruto, según lo explica Jesús en la parábola de la vid y los sarmientos (Jn. 15).

A través de esta prueba dolorosa, el Señor quiere hacernos más humildes y más coherentes en nuestro testimonio de vida, en una palabra, más santos, como insistentemente pide el Papa.

Todos los fieles, y particularmente los ministros del Señor y los consagrados, tenemos que mirar e imitar a Cristo, que también sufrió humillaciones, pruebas y tentaciones, saliendo victorioso a través de su entrega confiada a la voluntad del Padre - Dios.

En su reciente Carta Pastoral sobre el Rosario de la Virgen María, el Papa dice: "Allí, (en Getsemaní), Cristo se pone en lugar de todas las tentaciones de la humanidad y frente a todos los pecados de los hombres, para decirle al Padre: 'no se haga mi voluntad, sino la tuya' (Lc 22,42 par.)".

7. Sé que muchos fieles se sienten desconcertados, desilusionados o desalentados por lo que escuchan.

El Mes de María es una oportunidad providencial para orar y fortalecer la fe, en Jesucristo, Único Señor y Salvador. También, reflexionar sobre el misterio de la Iglesia, Santa y compuesta de pecadores- necesitada continuamente de renovación y purificación- y examinarse a sí mismo.

Jesús dijo: "El que esté sin pecado que tire la primera piedra" (Jn. 8,7) y San Juan comenta: "Si decimos 'no tenemos pecado', nos engañamos y la verdad no está en nosotros" (1Jn1,8).

De aquí la importancia de acudir frecuentemente al Sacramento de la Confesión o reconciliación, para encontrarse con la misericordia de Dios.

Ante el misterio de la debilidad humana y de las pasiones, como también de tendencias desordenadas, hay que buscar la ayuda en los medios ascéticos, en el apoyo de las ciencias humanas y en los medios sobrenaturales.

San Carlos Borromeo, cuya memoria litúrgica acabamos de celebrar, decía: "Todos somos débiles, lo admito, pero el Señor ha puesto en nuestras manos los medios con que poder ayudar fácilmente, si queremos, esta debilidad. Algún sacerdote querría tener aquella integridad de vida que sabe que se le demanda, querría ser continente y vivir una vida angélica, como exige su condición, pero no piensa en emplear los medios requeridos para ello: ayunar, orar, evitar el trato con los malos y las familiaridades dañinas y peligrosas".

8. Invito, pues, a todos los fieles, personalmente, en familia y en sus lugares de trabajo a orar intensamente por la Iglesia y sus ministros, en este Mes de María. Igualmente, pido a los sacerdotes, diáconos y consagradas que le den gran realce al rezo del Santo Rosario, en las parroquias, colegios, capillas y comunidades religiosas.

El Santo Padre ha enriquecido el rosario, en su reciente Carta Apostólica, con cinco nuevos misterios "luminosos", a saber: el bautismo de Cristo; las bodas de Caná; el anuncio del reino de Dios y la conversión; la transfiguración del Señor; y la institución de la Eucaristía. Estos misterios de la luz se pueden rezar el día Jueves, dejando los misterios gozosos para los Lunes y Sábados; los misterios dolorosos para los Martes y Viernes, y los gloriosos, para los Miércoles y Domingos.

El Rosario es, en efecto, una oración de contemplación de los misterios de Cristo, con la mirada y los sentimientos de María, su Madre. El método repetitivo que lo caracteriza, si es realizado con calma, permite alternar breves motivaciones, cantos, pausas de silencio, y, de este modo, nos ayuda a crecer en la configuración con Cristo hasta la meta de la santidad (Juan Pablo II).

Pues, "ésta es la voluntad de Dios: nuestra santificación" (1Tes 4,3). Así lo recordó con fuerza el Concilio Vaticano II: "todos los cristianos, de cualquier clase o condición están llamados a la plenitud de la vida cristiana y a la perfección del amor" (L.G., 40).

9. En la actual crisis de moralidad sexual que afecta a nuestra sociedad y que tampoco deja indemne a la Iglesia, es urgente volver a proponer a todos y en especial a los jóvenes la virtud de la castidad. Esta es una forma de la virtud de la templanza, la que consiste en el señorío sobre las pasiones y los apetitos de la sensibilidad humana. La castidad logra integrar la sexualidad en la persona y respeta su finalidad de donación que en el matrimonio llega a la procreación y unión conyugal, sin menoscabar el amor a Dios y sin aprisionar la libertad que compete a los hijos de Dios.

La castidad es una virtud al servicio de la fe, la esperanza y la caridad, y debe vivirse de acuerdo a la vocación de cada uno. Las personas casadas son llamadas a vivir la castidad conyugal; los célibes a vivir la castidad en la continencia.

El ejemplo es siempre Nuestro Señor Jesucristo que fue casto y célibe. No se casó, no tuvo hijos, y sin embargo, amó como nadie, hasta dar su vida en la cruz por la redención espiritual y corporal de la humanidad.

También su Madre María es ejemplo de castidad. Virgen en su cuerpo, en su alma, en su mente, vivió sólo para Dios y al servicio de su plan de salvación sobre los hombres. Su casto esposo San José es patrono y protector de la castidad de las personas consagradas.

El ejemplo de innumerables Santos y Santas que vivieron la castidad en la vida célibe o en el matrimonio muestra la importancia de esta virtud en el camino de la santidad, que es la urgencia pastoral de nuestro tiempo (Juan Pablo II).

Deseando a todos un hermoso Mes de María, les saluda y bendice, con afecto de padre y pastor

+ Cristián Caro Cordero
Arzobispo de Puerto Montt

Puerto Montt, 8 de Noviembre 2002
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