Textos bíblicos
*Los correspondientes al domingo 24 durante el año
Primera Lectura : Ex 32, 7-11.13-14
Salmo Responsorial: Sal 50, 3-4.12-13.17.19
Segunda Lectura: 1 Tim 1, 12-17
Evangelio: Lc 15, 1-32
Fecha: Domingo 15 de Septiembre de 2019
Pais: Chile
Ciudad: La Serena
Autor: René Rebolledo Salinas
1.“Señor, concede la paz a los que esperan en Ti…escucha la oración de tu servidor y la de tu pueblo…” (Antífona de entrada, cf. Ecli 36, 18).
Domingo a domingo, como en todas nuestras parroquias, la comunidad que hoy nos acoge celebra la memoria del Señor Resucitado. Él nos convoca para escuchar su Palabra, que es
lámpara para nuestros pasos y luz en nuestro sendero (
Sal 119 (118) 105). Se alimenta también del Cuerpo y de la Sangre de su Señor (cfr.
Lc 22, 17.20), como también del testimonio fraterno, puesto que los discípulos misioneros del Señor somos miembros de su Cuerpo (cfr. 1
Cor 12, 27).
En este domingo nos alegramos de ofrecer la Eucaristía por nuestra Patria, agradeciendo a Dios, Uno y Trino, las innumerables bendiciones con que nos ha favorecido a lo largo de nuestra historia. De igual modo, con humildad, nos inclinamos para solicitar su bendición y seguir en su nombre, en nombre del Señor, la marcha de la vida, afrontando también los numerosos desafíos que hoy se nos presentan. ¡Chile es una gran familia! Por tanto, en mutua corresponsabilidad, estamos llamados a esforzarnos por lograr juntos estos anhelos.
Cuando se acordó que en este domingo ofreceríamos la oración por la Patria, nos detuvimos en la belleza de los textos bíblicos que corresponden, los que hemos acogido en esta celebración, también en sus innumerables perspectivas que nos ofrecen. ¡Es la Palabra del Señor! Es Dios quien nos habla con amor y nos manifiesta su voluntad para que tengamos vida abundante en Él (cfr.
Jn 10, 10). Sólo espera de nosotros una respuesta de amor a su palabra.
La antífona de entrada a esta celebración es fiel reflejo de nuestro anhelo: Señor, concede la paz a los que esperan en Ti… Escucha la oración de tu servidor y la de tu pueblo.
Deseamos para Chile que el Señor nos conceda la paz. Es, sin duda, uno de los dones más apreciados entre nosotros, la paz que buscamos, en medio de inquietudes y dificultades, y que sólo Él nos puede dar en plenitud.
La paz que anhelamos para nuestra Patria es la que deseo a todos los aquí presentes y a sus familias, como también a las numerosas personas que mediante diversos medios de comunicación social se unen a nosotros en esta solemne celebración.
Me detengo también en la hermosa segunda parte de la antífona de entrada de esta celebración:
escucha la oración de tu servidor y la de tu pueblo. Con sincera humildad nos presentamos ante el Altar del Señor suplicándole que escuche nuestras plegarias que le dirigimos por el presente y el porvenir de nuestra Patria. Él nos promete un
porvenir de esperanza (
Jer 29, 11). ¡Cuánto la necesitamos!
2.“¡Qué inapreciable es tu misericordia, Señor! Los hombres se refugian a la sombra de tus alas” (Antífona de comunión, cf. Sal 35, 8).
Los textos bíblicos que acabamos de oír son claros en su enseñanza: el perdón de nuestros pecados por la misericordia de Dios. Tanto en la primera lectura, el Señor que perdona a su Pueblo por intercesión de Moisés; como en la segunda, en el testimonio del apóstol Pablo que se siente amado y perdonado por Cristo, y en las tres parábolas del Santo Evangelio, el reencuentro de la oveja perdida, la moneda extraviada y del hijo perdido, nos invita el Señor a acoger
la buena nueva del perdón y de su amor indefectible por nosotros. El corazón de Dios está pleno de amor, por tanto, siempre dispuesto a comprender y a perdonar. En realidad, lo suyo es la constante disposición a acoger, amar y ofrecer el perdón.
Nuestro desafío es buscar acercar nuestro corazón humano al corazón de Dios, conformándolo al Suyo. En este sentido, Moisés nos da una enseñanza extraordinaria: no aprueba el pecado del pueblo pero anhela que sea perdonado. De igual modo, en las parábolas de Jesús se trasluce su voluntad: desde su infinita bondad y misericordia nos quiere misericordiosos y no escandalizados.
Me pregunto, nos preguntamos, acerca de nuestra capacidad de intercesión por nuestros contemporáneos que hoy sufren:
Por los agricultores y ganaderos que están sufriendo en gran medida por la sequía que nos afecta gravemente. ¿Cómo no pensar en sus familias, en sus fuentes de trabajo, en sus grandes preocupaciones, en días como éste en que todo invita a la alegría? El sufrimiento entre ellos se profundiza y extiende siempre más. Nadie puede permanecer indiferente ante este enorme problema. Nadie actúe con mezquindad, pensando en réditos políticos o en intereses particulares al afrontar esta emergencia. La crisis es verdadera, profunda y está causando gran dolor y preocupación. Es urgente la unión en torno a un proyecto común, pues son numerosas las familias que hoy padecen a causa de la sequía. Confiemos también en el Señor:
Padre Bueno, Tú nos has dado cuanto existe, ten compasión de tus hijos que están sufriendo a causa de la sequía. No los abandones. ¡Son tus hijos, oh Padre!
Por el cuidado del medio ambiente, otro gran desafío que hemos de afrontar. El pasado 1 de septiembre, junto con dar inicio al Mes de la Biblia, hemos celebrado también la
Quinta Jornada Mundial de oración por el cuidado de la Creación, bajo el lema propuesto por el Santo Padre Francisco
“la red de la vida”. El Papa nos invita, entre otros desafíos, a
emprender acciones proféticas. Afirma el Santo Padre:
los jóvenes están alzando la voz en todo el mundo, pidiendo decisiones valientes. Están decepcionados por tantas promesas incumplidas, por compromisos asumidos y descuidados por intereses y conveniencias partidistas. Los jóvenes nos recuerdan que la Tierra nos es un bien para estropear, sino un legado que transmitir; el esperar el mañana no es un hermoso sentimiento, sino una tarea que requiere acciones concretas hoy. A ellos debemos responder con la verdad, no con palabras vacías; hechos, no ilusiones. Con alegría les comparto que también en la Arquidiócesis estamos asumiendo este reto, poco a poco. En efecto, el cuidado de la casa común y la defensa del Medio Ambiente es nuestra tercera prioridad pastoral Arquidiocesana que estamos acentuando precisamente los años 2019 – 2020.
Por los inmigrantes que han llegado a nuestra Patria, un gran número de ellos a nuestra región de Coquimbo, en búsqueda de un presente y un porvenir promisorio para ellos y sus familias. En un día como hoy, experimentamos que la Patria la conformamos todos, chilenas y chilenos, también las hermanas y hermanos inmigrantes que han hecho de nuestro país su segunda Patria. Los acogemos como haría Cristo, sintiéndolos parte de nuestras familias y comunidades, como de la entera sociedad. Procuremos brindarles cuanto hay de noble y bueno entre nosotros, acogiendo también el don que ellos portan consigo de la riqueza de sus culturas.
Por los jóvenes que no pueden ver cumplidos sus anhelos. Cuánto sufren las familias al constatar que sus hijos, por razón de sus recursos limitados, no pueden acceder a una formación más completa que los habilite y capacite para desarrollarse en la sociedad. Nunca habremos hecho lo suficiente por formar lo mejor posible a los jóvenes, tanto para el presente como para el futuro. Lamentablemente, son numerosos los que han sucumbido al consumo de drogas y otras sustancias que tanto daño les provocan. ¿Cómo transmitir a los jóvenes una luz de esperanza? Sin duda, para abordar los diferentes problemas que afectan a la juventud se requiere la corresponsabilidad de todos, comenzando por ellos mismos. Los adultos estamos llamados a escucharlos y ayudarlos con oportunidades para que su vida tenga un sentido. Todos nosotros, especialmente los organismos del Estado, estamos llamados a facilitar lo que esté al alcance para asegurar a los jóvenes una formación integral, brindándoles una real posibilidad en la vida.
Finalizo esta reflexión invitándolos a ofrecer lo mejor de nosotros mismos para suscitar un ambiente favorable en la comunidad. ¡Todos nos necesitamos! El aporte suma, es bueno e indispensable para una convivencia fraterna. Procuremos no despreciar a nadie. Que seamos solidarios en el bien. Evitemos aquello que ofenda, descalifique y menoscabe a las personas. Miremos siempre el bien común, especialmente el de los más postergados y vulnerables. ¡Chile nos necesita a todos! Su presente y porvenir es una tarea que nos concierne. ¡Que nadie se reste ante el desafío!
Doy gloria a Dios, unido a ustedes, con las palabras de la segunda lectura de la primera carta del Apóstol San Pablo a Timoteo que hoy hemos escuchado:
¡Al Rey eterno y universal, al Dios incorruptible, invisible y único, honor y gloria por los siglos de los siglos! Amén.
+René Rebolledo Salinas
Arzobispo de La Serena
