Eutanasia: Una aproximación a la experiencia de Holanda

Eutanasia: Una aproximación a la experiencia de Holanda

El proyecto de ley que permite el acceso al “suicidio asistido”, como se le llama en los Países Bajos, avanza rápidamente en el Congreso de la República, en un contexto muy marcado por otros temas, en especial la pandemia y las medidas del gobierno. La presente crónica se aproxima a la realidad de la práctica de la eutanasia en Holanda y a la visión de médicos católicos al respecto.

 
Viernes 08 de Enero de 2021
Este acto médico tiene varias definiciones. Una: “intervención voluntaria para provocar la muerte”; otra: “un procedimiento voluntario, intencionado, estudiado y consciente que realiza un médico para acelerar la muerte de un paciente terminal de algún padecimiento incurable... para así dar fin con el dolor y sufrimiento intolerables e intratables”. En todo caso, es una intervención para provocar la muerte de un ser humano, en contradicción con la fe cristiana, para la cual la vida es un don de Dios, autor de la vida, que es un deber respetar y cuidar desde su concepción hasta su término natural. Por eso que la Conferencia Episcopal de Chile se refirió al mencionado proyecto como “una forma moderna de violación de los derechos fundamentales”.

LA EXPERIENCIA DE UN CURA CATÓLICO EN HOLANDA
Tanto en Bélgica como en los Países Bajos (más conocido como Holanda), la eutanasia está legalizada desde 2002. En el segundo se habla de “suicidio asistido y finalización de la vida a petición”. Quien conoce esta realidad es el padre Roland Kerssemakers, de la Diócesis de Hertogenbosch, quien compartió sus vivencias con Encuentro. Afirma que “los Países Bajos es un mundo absolutamente liberal y secularizado”, y que allí, como sacerdote católico, “eres más una reliquia de una época pasada o un fenómeno interesante que está fuera de la realidad”. Añade que “la libertad individual y el derecho a la autodeterminación del hombre, especialmente de los ancianos, los enfermos, los enfermos terminales, los postrados en cama, los solitarios, las personas sin perspectiva, sin felicidad, están constantemente en juego. Es contra eso que hay que protegerse”.

Explica sus afirmaciones al indicar que, por ejemplo, la definición de “terminal” para calificar a una persona como apta para pedir la eutanasia, no sólo se refiere a una enfermedad física, “sino también a la persona que padece demencia y enfermedades siquiátricas”. Dice que, en 2016, de los casos registrados con eutanasia 141 correspondieron a personas con demencia, y 60 con enfermedad psiquiátrica. El 92% de los neerlandeses rechaza la afirmación de que Dios tiene algo que decir sobre la vida. En 2018, los Países Bajos tenían 17.180.000 habitantes, el 21% de los cuales eran católicos.

De esos católicos, sólo el 1% todavía va a la iglesia los domingos, “y la secularización aún continúa”. Otros datos aportados por el padre Roland: desde los años 1970 y 1980 en los Países Bajos ya no hay escuelas católicas; tampoco una catequesis sistemática; en las parroquias la catequesis es esporádica y por elección; al menos dos generaciones de católicos crecieron sin ningún conocimiento ni enseñanza de la fe católica. “La visión política y social liberal imperante determina el pensamiento y la acción”, explica, ya no hay hospitales católicos, ni residencias católicas de ancianos.

En cuanto a la eutanasia, revela que “los objetores de conciencia de la fe encuentran poca o ninguna respuesta del gobierno y la política. Más bien son ridiculizados y reprimidos”. Y agrega: “En esta situación vive y trabaja en Holanda un sacerdote que desea sinceramente estar presente desde la fe en un Cristo perdonador y redentor”. Cuenta: “Una enfermera de unos 60 años desarrolla cáncer, es religiosa y pide el sacramento de la Unción de los Enfermos. Me convence de que no puede soportar el sufrimiento que se avecina. Tiene una cita con un médico para la eutanasia. Después de varias conversaciones, acepto administrar el sacramento debido a la tensión espiritual de la mujer. Dos semanas antes de que el médico llegue a la escena, la mujer muere naturalmente. Regalo de Dios”. Explica el padre Roland, que cuando lo llaman para atender a un enfermo grave, le informan que ese paciente ha pedido la eutanasia. Ambas cosas son contradictorias, la persona que de verdad cree en Dios, no puede pedir algo que está reñido con esa fe. Relata, por ejemplo, que está atendiendo a una paciente anciana y que sus parientes “están ocupados con los teléfonos celulares y fumando”. Al día siguiente llama y se entera que a la anciana le practicaron la eutanasia y fue sepultada “sola, sin funeral, sin contacto con los niños, nada más”.

¿DERECHO A MORIR Y DERECHO A MATAR?
El profesor Luca Valera cursó estudios de Filosofía en la Università Cattolica del Sacro Cuore di Milano. Es doctor en Bioética y Filosofía por la Università Campus Bio-Medico di Roma. Desde 2015 es director del Centro de Bioética, del Departamento de Medicina de la Universidad Católica. Para él, el proyecto sobre eutanasia en Chile es regresivo, “porque no avanza en promover soluciones más creativas y científicamente acertadas al dolor y al sufrimiento, como serían los cuidados paliativos, sino que quita el problema a la raíz, matando a la persona en vez de cuidarla”. Compara una política así con la experiencia médica de la pandemia, en la que “hemos aprendido que la medicina no siempre cura, sino que muchas veces cuida, es decir, trata de ofrecer todos sus conocimientos y técnicas para acoger al enfermo”.

La eutanasia, en cambio, “descarta, sobre todo a los más vulnerables y necesitados”. El filósofo señala que la mencionada iniciativa legal destaca la importancia de la autonomía en las decisiones y, por otro lado, la idea de que una “muerte digna” (¡así se llama el proyecto!) sea motivada por la compasión”. En general, critica que “se enfatice demasiado en la idea de una libertad absoluta como fundamento del ‘derecho a morir’, sin pensar que un derecho tiene siempre como contraparte el deber de alguien. Si yo tengo el derecho a morir, ¿quién tendrá el deber de matarme? ¿Los médicos?”.

Por último, el profesor Luca Varela sostiene que “se está legislando para pocos, olvidándose de muchos”. Explica que hay dos proyectos sobre el final de la vida que corren paralelos: el de cuidados paliativos universales gratuitos, que no tiene financiamiento, y el de eutanasia, que “está siendo tramitado muy rápidamente”. Es decir, “no se están empleando fondos para cuidar a los más necesitados y vulnerables, y se está eligiendo la salida ‘más barata’ para el Estado, matar a los que son una carga”.

LA MEDICINA ES PARA CURAR, SANAR Y CUIDAR
El doctor Sergio Valenzuela Puchulu, médico ginecoobstetra, presidente Comité Ético Asistencial del Hospital Clínico Universidad de Chile y académico de esa casa de estudios superiores, se muestra sorprendido por el rápido avance del proyecto sobre eutanasia cuando el país “ha enfrentado necesidades muy diferentes durante este último año”. Valenzuela ve en la iniciativa legal “un individualismo extremo en las formas de solucionar el gran tema del sufrimiento que provoca la enfermedad: hacer que el problema se privatice y que cada uno vea cómo lo resuelve”. Advierte que el costo de cada solución “es relevante moralmente”. Señala que cuando una persona hace participar a otros de su enfermedad y del fi n de su vida, “pareciera ser un incentivo perverso que una de las soluciones, la más generosa para los demás, es que no lo vean sufrir, el no ser una carga ni afectiva ni económica, el que le provoquen la muerte como solución a ese problema”.

Agrega el doctor que legalizar la práctica de la eutanasia afectaría en lo más profundo la labor del profesional de la salud: “Cuando una persona acude al médico, es para pedir ayuda en recuperar la salud o en solicitar los cuidados derivados de una enfermedad”. Pero si se le permite “matar al paciente, provocarle la muerte voluntariamente, es toda la sociedad la que pierde. Pierde la esencia del acto médico”, que es sanar, cuidar y aplicar medios paliativos al dolor. Al referirse a la actual pandemia comenta: “Los pacientes que acudieron a los centros de salud sabían que el empeño se iba a poner en tratar de mejorarlos, de salvarlos del covid-19. Nadie pensaba en que los podrían matar, entre otras cosas, porque nadie tiene ese poder en la sociedad. Ahora (con una ley de eutanasia), el médico estará autorizado, si se dan las condiciones, para poner fin a una vida humana inocente”.

Por último, el académico destaca el avance en la aplicación cuidados paliativos: “La medicina ha abierto camino a una actividad de cuidado y acompañamiento a los pacientes que enfrentan las etapas finales de la vida”. Estos cuidados han llegado a ser una disciplina académica, se ha desarrollado una especialidad de medicina asistencial, hay equipos de profesionales competentes para “cuidar y acompañar a la persona en sus necesidades de esta etapa de fi n de vida”. Y resalta otra “ayuda fundamental”, que es la Unidad de Acompañamiento Espiritual a los pacientes y sus familiares. Todos estos recursos ayudan a enfrentar el sufrimiento y el dolor extremos de manera adecuada y sin ir más allá “de lo éticamente prudente”, gracias al aporte de los comités de ética asistencial en los hospitales.

Fuente: Comunicaciones Santiago
Santiago, 08-01-2021