Homilía del Te Deum 2011
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Homilía del Te Deum 2011

Catedral de Valparaíso, 15 de septiembre de 2011

Fecha: Jueves 15 de Septiembre de 2011
Pais: Chile
Ciudad: Valparaíso
Autor: Mons. Gonzalo Duarte García de Cortázar ss.cc

1.- “Bendito sea Dios, el Padre de nuestro Señor Jesucristo,
Padre de las Misericordias y Dios de todo consuelo,
Que nos reconforta en todas nuestras tribulaciones
Para que nosotros podamos dar a los que sufren
El mismo consuelo que recibimos de Dios.
Porque así como participamos abundantemente de los sufrimientos de Cristo,
También por medio de Cristo abunda nuestro consuelo.”

(2ª. Carta de San Pablo a los Corintios 1, 2 a 5)

2.- En este espíritu de Fe gozosa estamos celebrando nuestra Solemne Oración con ocasión de la Fiesta Nacional de Chile. Una vez más ponemos en Dios toda nuestra confianza y lo reconocemos como Padre Bondadoso de todos los hombres y mujeres que vivimos en esta Patria querida, como reconocemos también en su Hijo Jesucristo a nuestro Salvador y Redentor amoroso que, con su sangre derramada en la Cruz y su gloriosa Resurrección, nos ha dado la posibilidad real de ser hermanos y hermanas. Nos congregamos, pues, como hijos e hijas, hermanos y hermanas llamados a construir un país fraterno, donde todos y cada uno tengamos el respeto que nos merecemos y una vida hermosa, libre y en paz.

3.- Con gran alegría continuamos la significativa tradición que empezara en la celebración de las Fiestas Patrias de 1811, hace ya doscientos años, el Padre de la Patria don José Miguel Carrera. La entonces autoridad máxima de la naciente república pidió celebrar en la Catedral de Santiago un solemne Te Deum a fin de dar gracias a Dios por el proceso ciudadano iniciado el 18 de septiembre de 1810, que luego de muchos trabajos, sacrificios y dolores culminaría con la Declaración de nuestra Independencia, el 12 de febrero de 1818. Expresaba así el sentimiento cristiano de todo el pueblo de Chile que en los momentos más importantes de su historia, tanto alegres como tristes, vuelve sus ojos y su corazón al Padre de los Cielos y a la Virgen Santísima del Carmen, Patrona Jurada del Ejército Libertador y de la Patria.

4.- Nos congregamos hoy con la misma Esperanza puesta en Dios pero en circunstancias particularmente especiales de la vida de la Nación. Aún estamos conmovidos hasta lo más profundo de nuestro ser por la tragedia de Juan Fernández y por los 21 hermanos y hermanas que allí murieron. Un dolor intenso ha traspasado los corazones de todos los chilenos y chilenas, pero también nos ha consolado un sentimiento de orgullo, gozo y esperanza al saber que ellos y ellas, queriendo dar lo mejor de sí mismos en favor de los demás, particularmente de los tan probados habitantes de ese territorio insular, dieron su vida. Y cumplieron así la palabra del Señor Jesús: “nadie tiene amor más grande que el que da la vida por sus amigos” (San Juan 15, 13).

Hay en todo esto un llamado potente a todos los habitantes de la Patria a hacer un verdadero examen de conciencia de nuestras vidas, y a un discernimiento profundo de cuáles son las prioridades reales en nuestro querer y actuar cotidianos. ¿Cuáles son los verdaderos valores e inquietudes que están motivando nuestra vida? ¿Es la preocupación por el prójimo más necesitado? Los pobres, ancianos y enfermos; los sin casa, inmigrantes y postergados; los niños y adultos sin familia; los deficientes mentales; en una palabra, los más necesitados de la nación chilena, ¿son parte importante de nuestra preocupación e inquietud como personas y como detentores de la responsabilidad que tenemos en la sociedad?

El testimonio de los hermanos y hermanas fallecidos en este doloroso accidente debe marcar un antes y un después en nuestra manera de mirar y vivir la vida. Es un llamado a comprometernos en la entrega de lo mejor de nosotros mismos a los más carenciados y abandonados de nuestra Comunidad Nacional. Es éste un llamado urgente para cada uno como persona, pero también a toda la Sociedad Chilena, a buscar las verdaderas prioridades de las políticas públicas y del quehacer de las entidades, estatales y privadas, que conforman el tejido vivo de la sociedad. ¡Dios quiera que no quede todo esto en la conmoción del momento!

Queremos dar gracias a Dios por nuestros mártires de Juan Fernández. Pedimos para ellos la misericordia del Padre Dios, el premio de todas sus buenas obras y el perdón de todas sus faltas. Para sus padres, madres, esposas, esposos, hijas e hijos imploramos el consuelo de la Fe y la Esperanza. Para sus compañeros y compañeras de trabajo, suplicamos también el don de la paz del corazón.

No podemos dejar de reconocer y agradecer públicamente a quienes se han desvivido por encontrar sus restos a fin de darles cristiana sepultura. A las autoridades, pescadores y población toda de Juan Fernández en primerísimo lugar. A las autoridades nacionales, regionales y provinciales. A la Fuerza Aérea de Chile, la Armada Nacional, Carabineros de Chile, a los sacerdotes y pastores, y a todas las Instituciones públicas y particulares que han colaborado en esta ardua tarea. Como también a Televisión Nacional de Chile y demás medios de comunicación social, que nos han permitido acompañar de cerca a nuestros acongojados hermanos y hermanas que han sufrido más duramente esta inmensa pena.

5.- En estos últimos meses grandes e importantes inquietudes ciudadanas se han manifestado en significativos movimientos sociales, especialmente estudiantiles, que han sacado a luz el profundo desencanto que vive la mayoría de los chilenos y chilenas.

“La constatación del malestar e indignación global, y las particularidades que adquiere en nuestro país ante las crecientes y escandalosas desigualdades que claman al cielo (estoy citando al Comité Permanente de nuestra Conferencia Episcopal) nos hacen ver que estamos frente no sólo a cambios sociales y políticos, sino de un orden más profundo, en el ámbito de la cultura”. “El rechazo al lucro como mero fin en sí mismo y la mercantilización de la vida social, la reivindicación sobre la ecología, la aspiración a una sociedad más equitativa, inclusiva y comunitaria, se traducen en tendencias a un cambio cultural que requiere ser adecuadamente comprendido y acompañado. En este contexto, temas como la pobreza y la inequidad adquieren también un significado ético y cultural impreso en las aspiraciones y búsquedas de la sociedad actual” (“Recuperemos la confianza y el diálogo”, Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile, 10 de agosto de 2011).

Estos sentimientos y pensamientos se han manifestado con vehemencia inusitada, a veces incluso inaceptable. Pero pienso que los jóvenes han aprendido de los mayores a actuar con esa agresividad, que la ven frecuentemente quizás en sus propias casas y en las instituciones de debate público, todo ello magnificado y reiterado por ciertos medios de comunicación.

“Frente a la crisis del momento presente, las propuestas y debates en curso, es fundamental que las partes den lo mejor de sí para apurar los necesarios acuerdos. Ello requiere por parte de los demandantes una gran capacidad de discernir y acotar los desafíos que consideren más esenciales, utilizar los espacios y formas que ofrece la institucionalidad democrática para hacerlos presente a las autoridades legítimas, sabiduría para proceder con racionalidad y civismo, dar claras señales de que lo que se busca es alcanzar soluciones posibles para la actual realidad del país, por sobre el conflicto, teniendo siempre presente el bien común de la entera sociedad. A las autoridades e instituciones del Estado, y no sólo a ellas, corresponde la tarea de generar confianzas, a través de una gran capacidad de escucha y de diálogo con el mundo político y los principales actores de la educación chilena. Todo con la finalidad de acoger lo que objetivamente es urgente, justo, verdadero y bueno acerca del sistema educativo, y consensuar las mejores respuestas posibles por el bien de las presentes y futuras generaciones estudiantiles” (“Educación: recuperar las confianzas”, Mons. Héctor Vargas, Presidente del Área de Educación de la Conferencia Episcopal, 5 de agosto de 2011).

6.- Una de las debilidades más grandes de la sociedad chilena (y en esto desgraciadamente no está sola en el mundo) es la fragilidad de la familia. Una institución estatal (el Instituto Nacional de la Juventud, INJUV) daba a conocer en marzo de este año que en Chile -que tiene un poco más de 17 millones de habitantes- hay 679 mil jóvenes que, literalmente, “no hacen nada”: no estudian, no trabajan, ni buscan trabajo.

Las razones principales son, según dicho informe, la falta de un proyecto de vida, la deserción escolar y la maternidad adolescente. Por otra parte, según últimos datos disponibles, por todos conocidos, alrededor del 62% de los niños y niñas que nacen en Chile nacen fuera de matrimonio. La razón de fondo de esta realidad preocupante es la fragilidad y disfuncionalidad de la familia chilena. Y aquí nos cabe una responsabilidad fundamental por cierto a la Iglesias. Pero a toda la comunidad nacional. Tenemos que manifestar un mayor amor y respeto por la familia. Establecer un decisivo apoyo legal y social a la institución familiar fundamentada en el amor de un hombre y una mujer, a fin de que todos tengan la oportunidad de una vida bella y feliz. No podemos aceptar legislaciones que desdibujen y debiliten esta familia que ha sido fundamento de la Nación chilena. Pero también debemos tener una preocupación delicada y eficaz por tantas situaciones familiares difíciles que viven muchos miles de chilenos y chilenas, especialmente menores de edad, jóvenes, ancianos y mujeres solas.

No podemos, tampoco, aceptar leyes que permitan que se atente contra la vida del que aún vive en el seno de su madre. Y si bien sabemos que hay intervenciones médicas en favor de la madre que a veces traen, como efecto no buscado ni deseado, la muerte del feto (el llamado “aborto indirecto”) no podemos aceptar que se atente directamente contra la vida del no nacido por una finalidad supuestamente terapéutica, es decir “sanadora”. Conocemos a muchos padres y madres que acogieron con amor inmenso a hijos e hijas que sabían que iban a nacer con graves limitaciones y malformaciones. Los cuidaron con ternura indecible y luego, al morir, los lloraron con infinita pena. Pero siempre han dado gracias a Dios por el don de un hijo o hija tan especial que hizo crecer y madurar humana y cristianamente a la familia toda. Claro que para vivir así se requiere cultivar desde siempre y día a día las más exquisitas virtudes humanas y evangélicas. Conocemos, también, a otras personas que, con mucho dolor, no se han sentido capaces de acoger a un hijo o hija en tales condiciones. Pero gracias a Dios hay en Chile instituciones que reciben y cuidan con verdadero amor a estos niños y jóvenes diferentes y nos ayudan a tener una visión humanizadora de la vida.

Trabajemos por la vida. Por toda vida. Pero una vida de calidad, la calidad de vida que se merecen todos los hijos e hijas de Dios. (Ver el documento “Clamor por la vida de los inocentes”, firmado por todos los Obispos de Chile el 28 de diciembre de 2010 y vuelto a publicar en www.iglesia.cl el 10 de septiembre de 2011).

7.- La Nación chilena ha demostrado muchas veces estar a la altura de los desafíos que ha debido enfrentar. Estamos ciertamente en un momento de grandes desafíos e inmensas posibilidades. Se nos presenta la hermosa oportunidad de dar pasos valientes y decididos por construir una sociedad más equitativa e inclusiva para todos, pero especialmente para aquellos y aquellas que históricamente han ido quedando “al borde del camino”. No perdamos esta bella oportunidad que el Señor nos brinda.

Tenemos grandes intercesores ante el Padre Dios. La joven Santa Teresita de Jesús de Los Andes, el Santo Padre Alberto Hurtado, nuestra niña Beata Laurita Vicuña y el joven mapuche Beato Ceferino Namuncurá intercedan por nosotros y por todos los habitantes de la querida Patria Chilena.

8.- “Al único Dios que es nuestro Salvador, por medio de Jesucristo nuestro Señor, sea la gloria, el honor, la fuerza y el poder, desde antes de todos los tiempos, ahora y para siempre. Amén.” (Carta de San Judas, versículo 25).

† Gonzalo Duarte García de Cortázar ss.cc,
Obispo de Valparaíso

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