ASOCIACIÓN DE TRABAJADORES DEL EPISCOPADO
DISCURSO DEL PRESIDENTE DE LA ATE
EN LA CEREMONIA CONMEMORATIVA DE LOS 30 AÑOS
DE LA ASOCIACIÓN DE TRABAJADORES DEL EPISCOPADO
Queridos obispos, distinguidos invitados especiales, socios fundadores y amigos históricos de la Asociación de Trabajadores del Episcopado (ATE):
Hace 30 años, un mes antes de la fundación de la ATE, el Comité Permanente de la CECH entregaba una declaración titulada “La reforma educacional”. Año 1981, debutaba la nueva Constitución Política, y el régimen militar municipalizaba la enseñanza y reformaba el sistema previsional. En ese marco histórico, el 1º de julio nacía la Asociación de Trabajadores del Episcopado, una instancia de fraternidad creada con un especial sello, desde la identidad de la Iglesia y su enseñanza social.
Decenas de nombres aparecen inscritos en nuestra memoria agradecida: personas que inspiraron, crearon y han sido parte de esta comunidad, otros que la han apoyado con vivo entusiasmo. En los hermosos saludos que hemos recibido apreciamos la valoración y afecto de tantos hermanos y hermanas.
Cuánto quisiéramos que en otras instituciones de la Iglesia puedan surgir y ser favorecidas nuevas agrupaciones de trabajadores con estos mismos anhelos. Cómo nos gustaría también que los funcionarios de Iglesia que buscan organizarse puedan tener la acogida y el respeto que la ATE ha encontrado en los Obispos y en la administración de la CECh.
A quienes nos corresponde el privilegio de representar, en esta hora, a los trabajadores (Ingrid Riederer, Magdalena Valenzuela, María Cristina Cárdenas y quien les habla), nos alegra ser testigos de momentos de trascendencia en la vida de la ATE, como han sido, en mayo pasado, la histórica incorporación de 17 trabajadores de la Pastoral Social Caritas, y hace dos semanas, la aprobación de importantes reformas a nuestros Estatutos y al sistema de Bienestar.
Al llegar a esa espléndida edad que son los 30, son fundados los motivos para agradecer por este caminar, marcado por una convicción compartida: ya es suficiente honor para nosotros el ser parte de una comunidad de personas que trabaja en torno a la Buena Noticia del Evangelio. Y por ese mismo motivo, nos entusiasma el desafío de hacer de cada día un tiempo agradable, de hacer amables nuestros espacios para compartir, de conocernos más y de apoyarnos mutuamente.
30 años después de nuestra fundación, basta un computador o un teléfono móvil para escribir en muros y los sonidos de las cacerolas brotan por las redes sociales. Pero los clamores profundos de hoy interpelan a nuestra mirada creyente con la misma fuerza con que ayer se sentían interpelados nuestros visionarios fundadores. Probablemente estos tiempos convulsionados que vivimos nos desafíen, como trabajadores, a tomarnos más en serio nuestro interés por los asuntos públicos y por la realidad de nuestro tiempo. La invitación de este mes de la solidaridad “hablemos de justicia social” ilumina certeramente nuestro horizonte.
No quisiéramos perder, como ATE, nuestro empeño solidario, siempre atento al sufrimiento de los nuestros y sus familias, y también a las necesidades de los más postergados y vulnerables. Que no se nos apague nunca la alegría y la creatividad generosa. No permitiremos que esa cultura utilitarista que se apodera de empresas y de instituciones nos invada con su pretendida eficiencia y con la frialdad del éxito rápido.
A la casa de los obispos no se viene simplemente a tener un par de reuniones, tomar acuerdos o despachar documentos. En esa casa, que es la segunda casa para todos nosotros, compartimos la vida, los sueños, los logros y los desafíos. Y lo hacemos desde nuestra fe en Cristo, que todo lo hace nuevo. Por eso en nuestra casa se saluda, se sonríe, se abraza, se celebra la eucaristía, se canta cumpleaños, se ríe y se aplaude a rabiar. Aquí hinchamos juntos por Chile, cantamos y bailamos, rezamos por la salud quebrantada, juntamos ropa y mercadería. Aquí se discierne, se programa, se anima el caminar de nuestra Iglesia. Y se hace, para mayor gloria del Señor, a través del servicio que prestan personas ,agradecidas que hoy renuevan su compromiso y su entusiasmo.
Disfrutemos, compañeros y compañeras, esta hermosa edad de los 30. ¡Larga vida a la ATE! ¡Viva Cristo, viva la Iglesia y vivan sus trabajadores!
Jaime Coiro C.
Presidente
Asociación de Trabajadores del Episcopado
Santiago, 10 de agosto de 2011
