La Iglesia no puede ser incoherente en la defensa de la vida

Cardenal Errázuriz y la “píldora del día después”:

La Iglesia no puede ser incoherente en la defensa de la vida

 
Domingo 02 de Mayo de 2004
El Cardenal Francisco Javier Errázuriz expresó a los fieles de la Arquidiócesis de Santiago que la Iglesia no puede ser incoherente y, por eso, con la misma energía con que intervino en favor de las víctimas de las violaciones de los derechos humanos, y luego propuso abolir la pena de muerte; hoy señala hoy la necesidad de defender el derecho a la vida de todo ser humano desde sus inicios.

De esta forma, el Arzobispo aborda, en un documento distribuido este domingo 2 de mayo en las parroquias y capillas de Santiago, la polémica generada en torno a la llamada “píldora del día después” y otros temas relacionados a la defensa de la vida.


No se puede disparar al matorral

Respecto de la “anticoncepción de emergencia”, afirma el Cardenal que, por una inexplicable omisión, cuando el Instituto de Salud Pública aprobó por primera vez en Chile este fármaco, si bien reconoció que uno de sus posibles efectos consistiría en “evitar el proceso de implantación del óvulo fecundado en el útero de la madre”, dejó para más adelante la pregunta más relevante y decisiva, acerca del momento en el cual se inicia una vida humana. “El hecho de dejar en manos de una institución de salud un asunto de tal gravitación para la cultura y la ética privada y pública de un país, como es el respeto del derecho a la vida, cuestiona nuestro ordenamiento jurídico”, señala.

Considera que, en el caso de una violación, probablemente la persona obra en forma precipitada y desesperada por el problema que sufre. Pero a continuación se pregunta el Arzobispo: “¿quien puede dudar de que la intención de casi todas las personas que la ingieren sea excluir la posibilidad de tener familia? ¿Quién puede asegurar que la intención, en esos casos, no sea abortiva?”

Recuerda el Arzobispo que, cuando se trata de la vida humana, no es lícito emprender una acción, sin tener la seguridad de que esa acción no la mata. Y pone este ejemplo gráfico: “no se puede disparar contra un matorral cuyas ramas se mueven, ignorando si el movimiento lo provoca una liebre o un niño”. Por eso –concluye- mientras no se llegue a la conclusión contraria, moralmente no es lícito su consumo.

En este texto, el Arzobispo afirma que el tema es sumamente delicado porque se trata del primero de los derechos de cada ser humano -el derecho a nacer que le asiste desde su misma concepción-, y porque toca hondamente sentimientos muy nobles, como el sufrimiento y la injusticia de una persona inocente a manos de un agresor que ha irrumpido en su intimidad de modo injusto y violento.

“Siempre quisiéramos respetar a las autoridades civiles, pero a veces nos sentimos obligados a reflexionar si han decidido lo que es justo a los ojos de Dios, ya que, de lo contrario, tenemos que optar por la obediencia a Dios y no por la obediencia a los hombres”, sostiene el Cardenal, refiriendo a una cita de los Hechos de los Apóstoles.

Manifiesta que la distribución gratuita de un fármaco cuya finalidad no es sanar, es un hecho más que controvertido, y agrega que la situación es peor aun, cuando se hace con dineros aportados por todos los contribuyentes, también de aquellos que lo rechazan en conciencia.


Defensa de la vida y misericordia

Expresa el Cardenal Errázuriz que Chile necesita la alegría de ser un espacio propicio a la vida, sin discriminaciones. Porque todas las vidas son respetables, y el ejercicio de la propia libertad tiene un límite infranqueable: el derecho a la vida de los demás.

Califica como un gravísimo error y una irreparable injusticia exigir la aprobación de presuntos “derechos sexuales y reproductivos” que incluyan el derecho al aborto “seguro”, ya sea para evitar el “embarazo no deseado”, o para permitir la interrupción del embarazo por razones de salud, incluso mental.

Una palabra especial dedica el pastor al “caso estremecedor de la violación”. Considera comprensible el dolor inmenso de quien la ha sufrido y también el rechazo total al agresor. Pero afirma que el rechazo del agresor y de cuanto es pertenencia suya “no puede justificar la eliminación de lo que nunca le perteneció: de una vida nueva e inocente que quiere nacer”. Agrega que la persona que sufre tal dilema necesita mucho apoyo y comprensión, porque la decisión de respetar la vida del hijo supone heroísmo.

Con un tono comprensivo marcado por un subtítulo “la misericordia, siempre”, el Cardenal reconoce su dolor frente a “no pocas personas que alguna vez en su vida optaron libremente por interrumpir un embarazo, otras que fueron presionadas a hacerlo, otras que aconsejaron o respaldaron esta opción, y también personal médico o paramédico que colaboró en ello”. A ellos les habla el Arzobispo: “En el sacramento de la reconciliación les espera la cercanía misericordiosa de Dios. Él quiere acogerles como hijas e hijos suyos, perdonarles y aliviar su sufrimiento”.

Expresa que la Iglesia cumple su deber de madre misericordiosa cuando brinda su apoyo a quienes han concebido un hijo antes de haber formado una familia, y sin contar con la fidelidad de un marido. Y pide: “Que nunca se les cierren las puertas de su hogar; tampoco las puertas del corazón de quienes forman su familia y su comunidad; tampoco de quienes guían su colegio; menos aún de sus pastores, cuando lleguen a ellos pidiendo con fe la administración del bautismo”.

Concluye el Arzobispo señalando que estamos en realidad ante una objetiva ‘conjura contra la vida’, que ve implicadas incluso a instituciones internacionales, dedicadas a alentar y programar auténticas campañas de difusión de la anticoncepción, la esterilización y el aborto.

Frente a estas dificultades, invita a recorrer un largo camino que atañe sobre todo a la educación al amor, a la sexualidad, a la familia, a la paternidad y maternidad responsables; en suma, a la cultura de la vida.

Ver texto completo del documento del Cardenal Francisco Javier Errázuriz
Santiago, 02-05-2004