Homilía en el Te Deum de Fiestas Patrias
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Homilía en el Te Deum de Fiestas Patrias

Iglesia Catedral de Valparaíso, 18 de septiembre de 2007

Fecha: Martes 18 de Septiembre de 2007
Pais: Chile
Ciudad: Valparaíso
Autor: Mons. Gonzalo Duarte García de Cortázar

1.- “Den gracias e invoquen al Señor, cuenten a las naciones las cosas que ha hecho, recuérdenles que El está por encima de todo”.

Con este texto del profeta Isaías hemos dado comienzo a la proclamación de la Palabra de Dios en esta solemne ceremonia. Como País que celebra su Día Nacional y nosotros aquí presentes, representando a todos los habitantes de la región, queremos dar gracias al Señor por estos hermosos 197 años que hoy festejamos y dar a conocer las muchas maravillas que el buen Dios ha hecho por Chile y por todos quienes en él vivimos.

2.- Estamos justamente orgullosos de nuestra Patria y de sus habitantes. Nuestro largo territorio es de una variedad y belleza sin igual, y los hombres y mujeres que han construído la nación chilena, tanto los nacidos en el país como los venidos de otras tierras (en tiempos pasados y en el presente) a enriquecer nuestra vida y cultura, son motivo de gloria y alabanza a nuestro Dios.

Queremos dar gracias hoy por todas las familias de Chile, tanto las que llevan una vida serena y tranquila como aquellas en dificultades y problemas pero que se esfuerzan por vivir en el respeto y el amor. Queremos dar gracias especialmente por las madres de Chile, que con un cariño y entrega increíbles constituyen el sustento espiritual de sus familias, y en muchísimos casos también el sustento material.

3.- Debemos dar gracias por tantos, tantísimos hermanos y hermanas que entregan lo mejor de sí para la consecución del bien común nacional: hombres y mujeres jóvenes, adultos y adultos mayores: trabajadores, empresarios, profesores y maestros, artistas, deportistas, comunicadores sociales, dirigentes sociales, poblacionales, sindicales, y políticos; miembros de las fuerzas armadas y policiales; integrantes de los innumerables voluntariados que son una verdadera gloria de la Nación. Una mención especial nos merecen nuestros agentes pastorales, que por amor a Dios y a los hermanos y hermanas colaboran afanosamente en la proclamación del Evangelio de Jesucristo y en las tareas de bien social de nuestras comunidades religiosas.

Todos estos compatriotas, como también las entidades de las que forman parte, constituyen una vasta y apretada red de solidaridad en orden a la creación de un Chile mejor, tarea que en verdad a todos nos compete, pero en la que ciertamente tienen una responsabilidad mayor quienes ocupan las tareas de más responsabilidad a nivel nacional, regional y comunal.

4.- Damos gracias a Dios porque por el esfuerzo de sus habitantes, Chile ha tenido progresos notables en los últimos años. La cobertura educacional, que ha llegado a cubrir prácticamente al 100% de la población en edad de estudiar, es un logro que nos llena de satisfacción. La disminución de los índices de pobreza y de desempleo merecen ser destacados. La aprobación en la Cámara de Diputados del proyecto de Reforma Previsional -que incluye como concepto lo que se ha llamado “el pilar solidario”- es una buena noticia para miles de conciudadanos y esperamos que, si es posible mejorado, se convierte pronto en ley de la República. Las obras públicas gigantescas -especialmente viales- que se han llevado a cabo y aún se están construyendo en nuestra región causan admiración y ciertamente contribuirán a mejorar la calidad de vida y de trabajo de todos los habitantes.

El “Plan de Desarrollo Regional” recientemente dado a conocer, fruto de una ardua labor de nuestras autoridades con la colaboración del mundo académico, privado-empresarial y de las organizaciones comunitarias y vecinales, es un instrumento de trabajo y progreso sumamente interesante, tanto más cuanto que la finalidad principal del mismo “es el compromiso manifiesto de alcanzar mejores condiciones de vida para todos… superando la pobreza y avanzando hacia la construcción de una sociedad más igualitaria”, todo ello “sustentado en principios éticos relacionados con la participación, la igualdad de oportunidades y la inclusión social” (“Plan de Desarrollo Regional”, Pág. 3). Esperamos con confianza que tan nobles propósitos puedan ser llevados a cabo gracias al compromiso generoso de todos los ciudadanos e instituciones que formamos parte de la Región de Valparaíso.

5.- La celebración de las Fiestas Patrias constituye, también, la oportunidad de mirar con esperanza el futuro y de expresar lo bueno que queremos para Chile, especialmente en estos años de preparación a la celebración del Bicentenario de nuestra Nación. En este contexto, la circunstancia de que en nueve días más conmemoraremos los cien años del nacimiento de aquel gran chileno, cristiano y pastor que fue el cardenal Raúl Silva Henríquez, tercer Obispo de Valparaíso, nos hacen volver la mirada a su figura y su enseñanza, que fueron tan providenciales y decisivas en momentos importantes de nuestra historia patria.

6.- Vienen a nuestra memoria luminosas palabras del cardenal Silva cuya actualidad nos parece increíble: “La Patria ha de leer constantemente su itinerario histórico en sus actas de fundación. La Patria…….no nace del vacío o del acaso. La Patria se constituye en el momento en que un grupo de hombres que habitan físicamente un determinado territorio reconocen como suyo un mismo patrimonio de sangre y cultura, entran en comunión de tarea y de destino…….La comunión profundamente humana en valores que exigen deponer innatos egoísmos y merecen el sacrificio de la vida; la solidaridad en una misión y un destino que les concierne a todos y los distingue de entre los demás pueblos de la tierra es lo que formal y decisivamente constituye la Patria……..La Patria no se inventa ni trasplanta porque es fundamentalmente alma; alma colectiva de un pueblo, consenso y comunión de espíritus que no se pueden violentar ni torcer, ni tampoco crear por voluntad de unos pocos. De aquí fluye, con imperativa claridad, nuestra más urgente tarea: reencontrar el consenso; más que eso, consolidar la comunión en aquellos valores espirituales que crearon la Patria en su origen” (“El alma de Chile”). Pareciera que el cardenal hubiese escrito para nosotros hoy.

7.- Como pastores y responsables de nuestras comunidades cristianas sentimos el imperativo deber de proclamar una vez más nuestra fe en el Señor de la Historia, Jesucristo nuestro Salvador, “Camino, Verdad y Vida” (San Juan 14, 6). Él se nos presenta hoy una vez más como el consagrado por el Espíritu del Señor “para llevar la buena noticia a los pobres……para anunciar el año favorable del Señor” (Lucas 4, 16 a 21). Esta fe nos proporciona la certeza de que la vida de los hombres y mujeres y de los pueblos no puede encontrar su verdadero sentido sino en Dios. Vivir y querer construir una Patria como si Dios no existiese es vivir en una mentira, puesto que Dios existe. Nos dice el Papa Benedicto: “Cuando a Dios se le da una importancia secundaria, que se le puede dejar de lado temporal o permanentemente en nombre de asuntos más importantes, entonces fracasan esas cosas presuntamente más importantes. No sólo lo demuestra el fracaso de la experiencia marxista. Las ayudas de Occidente a los países en vías de desarrollo, basadas en principios puramente técnico-materiales, que no sólo han dejado de lado a Dios, sino que, además, han apartado a los hombres de Él con su orgullo del sabelotodo, han hecho del Tercer Mundo el “Tercer Mundo” en sentido actual. Estas ayudas han dejado de lado las estructuras religiosas, morales y sociales existentes y han introducido su mentalidad tecnicista en el vacío. Creían poder transformar las piedras en pan, pero han dado piedras en vez de pan. Está en juego la primacía de Dios. Se trata de reconocerlo como realidad, una realidad sin la cual ninguna otra cosa puede ser buena. No se puede gobernar la historia con meras estructuras materiales, prescindiendo de Dios. Si el corazón del hombre no es bueno, ninguna otra cosa puede llegar a ser buena. Y la bondad del corazón sólo puede venir de Aquel que es la Bondad misma” (“Jesús de Nazaret”, Pág. 58).

8.- Hemos sido profundamente impactados en los últimos días por acontecimientos de inusitada violencia. Algunos medios lo expresaron diciendo que hubo quienes actuaron “sin Dios ni ley”. Y efectivamente, la experiencia demuestra que cuando abandonamos a Dios, dejamos también de lado su Ley de amor y de respeto y terminamos actuando no sólo contra la Ley de Dios, sino también arrollando y sobrepasando las leyes que nos hemos dado y atentando contra la vida, los bienes y los derechos de las personas.

La sensación de insatisfacción que se ha ido produciendo entre nosotros, precisamente en momentos en que los datos objetivos nos muestran que están dadas muchas condiciones para “dar un salto adelante” en la calidad de vida de los chilenos, particularmente los más pobres, ¿no será un indicio claro de que debemos repensar y revisar los valores sobre los cuales debemos construir nuestra convivencia nacional?

“Chile tiene vocación de entendimiento, no de enfrentamiento” nos dijo el Papa Juan Pablo en su visita de hace veinte años. “Tenemos que matar el odio antes que el odio envenene y mate el alma de Chile”. El entendimiento no brota espontáneamente del corazón humano, que tiende de por sí a la división y la exclusión. El odio mata primero espiritualmente y muchas veces -lo hemos comprobado con dolor- sesga vidas inocentes. Sólo el amor que viene de Dios es capaz de humanizar al hombre y de darle la oportunidad de vivir en plenitud su condición más excelsa, que es la de hijo de Dios muy amado y de hermano y hermana de todo hombre y mujer.

9.- Ante los hechos luctuosos de los últimos días, los Obispos de la Iglesia Católica hemos hecho un llamado urgente a “educar para la paz”. Decíamos el pasado 14 de septiembre: “Necesitamos redoblar los esfuerzos en el desafío de educar para la paz. Educar para la paz no es sólo una tarea de autoridades. Urge conversar el tema en el hogar, en los colegios, organizaciones comunitarias y sociales. A los medios de comunicación también corresponde reflexionar sobre las maneras directas e indirectas en que se exacerba la violencia. Pero, ante todo, necesitamos apreciar más el testimonio coherente de la gente de paz, de las instituciones encargadas de proteger el orden y la seguridad, como Carabineros de Chile, y de las personas de buena voluntad que enfrentan las agresiones con diálogo y con amor. Esos gestos convencen más que cualquier discurso” (“Educar para la Paz, desafío para Chile”, Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile). Nosotros como iglesias y comunidades religiosas, nos comprometemos a trabajar por la paz y a “educar para la paz”, teniendo presentes las palabras del Señor Jesús “dichosos los que trabajan por la paz, porque Dios los llamará hijos suyos” (San Mateo 5, 9).

10.- Comentando los hechos en torno al reciente 11 de septiembre, una alta autoridad de Gobierno (el Ministro de Defensa) señaló que hay una falta de responsabilidad de las familias de los menores involucrados en los delitos cometidos y llamó a los padres a tomar conciencia de esta situación. Creo que hay en esta afirmación una gran verdad. Pero cabe hacernos la pregunta: ¿Qué estamos haciendo por la familia? porque la estamos señalando como la responsable de muchos de los problemas de la sociedad chilena. Ciertamente la familia es una institución fundamental de la sociedad pero hoy se ve sobre exigida y poco apoyada. “Los hechos de violencia……son un llamado urgente a que nuestra sociedad tome en consideración el momento difícil que está pasando la familia chilena y se decida –con coherencia y energía- a implementar medidas para fortalecerla. En la familia se conoce la gratuidad del amor, en la familia se generan las exigencias que nos hacen ser mejores, en la familia se aprende el valor de la palabra “nosotros” (Vicario para la Familia del Arzobispado de Santiago, carta a “El Mercurio” de Santiago del 13 de septiembre).

Y al hablar de la familia es indispensable hacer mención a un tema gravísimo, de consecuencias previsiblemente nefastas para la sociedad chilena. Me refiero al brusco descenso de la natalidad. En estos momentos hay en Chile 213.000 niños menos que en 1990 entre 0 y 4 años, lo que significa una disminución del 19,8 por ciento de los nacimientos. La situación ya se manifiesta como una tendencia a largo plazo, lo que situaría a nuestro país en la senda de países más desarrollados cuya población está envejeciendo vertiginosamente (Cf. Prensa nacional del 11 y 12 de agosto recién pasado). Ante esta situación, lo reitero, gravísima, tiene que haber una reacción pronta de todos, pero particularmente de las máximas autoridades del país. Con urgencia hay que implementar políticas y medidas concretas y eficaces que favorezcan la familia y la natalidad, que apoyen a la mujer en su vocación principal que es ser madre. Que se le otorguen incentivos sociales, laborales y económicos para que pueda cumplir con esta altísima vocación que Dios le ha regalado. Pero por sobre todo, tenemos que tomar conciencia de que el don de la vida que el Señor ha confiado al hombre y a la mujer requieren una inmensa generosidad, una gran capacidad de entrega y renunciamiento. En una palabra: amor. Pero un amor tan grande sólo Dios puede infundirlo en nuestros corazones.

Como iglesias y comunidades religiosas nos comprometemos a priorizar y fortalecer nuestro acompañamiento a las familias, a las mamás y a los jóvenes, con la certeza de que así estamos contribuyendo a crear la nación de hermanos que todos deseamos para Chile.

11.- Muy relacionado con lo anterior está el tema fundamental de la educación. Gracias a Dios se ha creado conciencia nacional de que es medio privilegiado para el crecimiento y progreso de las personas y para el desarrollo integral del país. Hemos visto con alegría y esperanza la prioridad que todas las autoridades del Estado han dado al tema de la educación y la ingente cantidad de recursos económicos que se le están entregando. Las Iglesias estamos comprometidas con la educación en todos los niveles. La Iglesia Católica en este momento acoge al 15% del alumnado nacional en los niveles básico y medio y al 22% de los estudiantes de nivel superior.

En el Parlamento se están discutiendo leyes que incidirán en el presente y futuro educacional de Chile. Estamos viviendo una oportunidad única de dar un paso significativo que mejore la educación en nuestra patria. Creemos que es importantísimo que quienes ejercen los poderes del Estado tomen conciencia de la urgencia de sacar adelante la nueva Ley de Educación a través de la búsqueda del consenso entre los distintos partidos políticos.

Acerca de este tema fundamental, queremos reiterar principios que para nosotros son irrenunciables, a saber: educación de calidad para todos, especialmente para los más vulnerables; derecho de los padres a decidir la educación de sus hijos; derecho a la libertad de enseñanza; orientar la educación no sólo a la adquisición de conocimientos y destrezas, sino también a la internalización de valores y la búsqueda del bien común; velar para que las escuelas y colegios puedan elaborar proyectos educativos y puedan decidir, entre quienes postulan al establecimiento, los más afines al proyecto educativo.

12.- Queremos, finalmente, dar gracias a Dios por la nueva conciencia que se va creando en el país acerca de los temas de justicia, equidad, dignidad del trabajo y de los trabajadores, justas remuneraciones, pensiones y montepíos y mejor distribución de los bienes. Sabemos que se trata de asuntos muy complejos, extremadamente delicados y de no fácil solución, pero en los que tenemos mucho que avanzar, con paciencia, inteligencia y sobre todo con inmensa generosidad. Son asuntos que ya no admiten dilación y el país está viviendo condiciones objetivas que permiten progresar en estos ámbitos. Por eso aplaudimos la iniciativa de la señora Presidenta de la República de haber convocado una Comisión de gran nivel que presentará en el mediano plazo propuestas de solución a estos desafíos mayores de la sociedad chilena. La frase de San Alberto Hurtado “Sin justicia social no puede existir democracia integral” es un potente llamado a la conciencia de todos los chilenos.

13.- Queridas hermanas y hermanos, amigas y amigos: la celebración de nuestro Día Nacional nos permite hacer un alto en nuestras vidas agitadas y reunirnos en la presencia del Señor. Es una hermosa ocasión que se nos da cada año de meditar en algunos de los grandes desafíos que se le presentan a la familia chilena. Pero sobre todo de dar Gracias al Señor, nuestro Dios y Padre, por medio de Jesucristo, su Hijo y nuestro gran intercesor, por todas las Bendiciones con que Él ha enriquecido y sigue enriqueciendo a nuestra querida Patria. Continuemos en oración y en nombre de la comunidad regional toda, a la que nosotros ahora representamos, elevemos nuestras voces y nuestros corazones en súplica confiada.



† Gonzalo Duarte García de Cortázar ss.cc.
Obispo de Valparaíso




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