Homilía en el Te Deum de Fiestas Patrias 2005
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Homilía en el Te Deum de Fiestas Patrias 2005

Iglesia Catedral de Puerto Montt, 18 de Septiembre, 2005

Fecha: Domingo 18 de Septiembre de 2005
Pais: Chile
Ciudad: Puerto Montt
Autor: Mons. Cristián Caro Cordero

Lecturas bíblicas: Sal 144
Mt 19,30 -20,16

1. Como es ya una hermosa tradición en nuestra Patria, nos reunimos -autoridades, Fuerzas Armadas, representantes de la sociedad civil y de la Iglesia- en el día Aniversario del inicio de la Independencia Nacional, para dar gracias a Dios por los beneficios concedidos a nuestra Patria y pedir su ayuda mientras caminamos hacia el bi-centenario como Nación libre y soberana.

“Te Deum laudamos”: a ti Dios te alabamos; así resonará hoy en esta Iglesia Catedral y a lo largo de Chile, nuestra alabanza agradecida.

El Salmo 144 que se proclamó nos prepara para el Te Deum. Volvamos a escuchar algunos de sus versículos:

“Día tras día te bendeciré y alabaré tu Nombre sin cesar. ¡Grande es el Señor y muy digno de alabanza: su grandeza es insondable!

Y, más adelante, muestra el “carácter” de nuestro Dios:

“El Señor es bondadoso y compasivo…
el Señor es bueno con todos
y tiene compasión de todas su criaturas”.

“El Señor es justo en todos sus caminos
Y bondadoso en todas sus acciones;
está cerca de aquellos que lo invocan,
de aquellos que lo invocan de verdad”.

2. Tenemos muchos motivos para alabar, bendecir y agradecer a Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo.

Nos ha regalado una tierra hermosa que al decir de Don Pedro de Valdivia, no la hay otra mejor, por lo rica y variada. En nuestra Región tenemos la riqueza del mar, del campo y del bosque, de los lagos y montañas, que ha permitido – con el espíritu emprendedor de muchos y el apoyo de las autoridades- un explosivo desarrollo que ha dado trabajo y elevado el nivel de vida, aunque persisten sectores que no gozan de este progreso
También Chile puede dar gracias por el crecimiento económico sostenido y la implementación de planes sociales para un crecimiento con equidad. Esperamos asimismo que la reforma de la justicia vaya mostrando sus frutos, haciendo las correcciones necesarias.

Un signo esperanzador del progreso del país es el aumento, cada año, del número de jóvenes que acceden a estudios superiores, cosa que muchos de sus padres no tuvieron y que con sacrificios lo dan hoy a sus hijos. Sabemos la importancia de la educación y capacitación, en un mundo tan competitivo.

Persiste, en todo caso, la urgencia de luchar para superar la extrema pobreza que aún existe y ofrecer posibilidades a todos los chilenos de un trabajo bien remunerado, educación de más calidad, acceso a la salud, vivienda digna y en general oportunidades de desarrollo y crecimiento personal.

Este es un compromiso ineludible de toda la sociedad y de la Iglesia, cada una en su ámbito, de las autoridades, empresarios, profesionales, trabajadores, de todos los chilenos.

Sabemos que las situaciones de injusticia son caldo de cultivo de la exasperación social. No debemos llegar tarde porque “los pobres no pueden esperar”(Juan Pablo II) y “el pobre es Cristo” (P. Hurtado,sj).

Ya en 1948, el P. Alberto Hurtado -pronto a ser canonizado- decía en el Tedeum en Chillán:

“El ¡A ti, oh Dios te alabamos!, tiene también otro sentido: mezcla de dolor arrepentido por la tarea no cumplida, la Patria alza su voz pidiendo el auxilio del cielo para cumplir la misión confiada, para ser fiel a esa misión que Dios ha querido estampar en la austeridad de nuestras montañas y campos. La austeridad primitiva desaparece: el dinero ha traído fiebre de gozo y de placer. El espíritu de aventura, de las grandes aventuras nacionales, se debilita más y más. La fraternidad humana, que estuvo tan presente en la mente de nuestros libertadores al acordar como una de sus primeras medidas la liberación de la esclavitud, sufre hoy atroces quebrantos al presenciar cómo aún hoy miles y miles de hermanos son analfabetos, carecen de toda educación técnica, desposeídos de toda propiedad, habitando en chozas indignas de seres humanos, sin esperanza alguna de poder legar a sus hijos una herencia de cultura y de bienes materiales que les permitan una vida mejor”.

3. A lo anterior debemos añadir los grandes desafíos en el ámbito de la familia y de la juventud.

Nuestro país se está envejeciendo rápidamente, producto de la alarmante baja de la natalidad.

Si en 1950, la tasa de fecundidad llegaba hasta 5,3 hijos por familia hoy es apenas 2,4. Esto tiene muchas causas, entre ellas la carestía de la vida, la estrechez de las viviendas pero también las políticas anticonceptivas, todo ello en una cultura que privilegia el sentido de comodidad y de bienestar personal antes que el sacrificio de dar vida a nuevos hijos y educarlos, lo que es también una dicha.

En 15 años más tendremos más de tres millones de ancianos en nuestra Patria y los niños habrán disminuido drásticamente, lo que es gravísimo para un país.

Por otra parte, el 50% de los niños que nacen en Chile lo hacen fuera del matrimonio. En 1990 era sólo el 30%

A lo anterior se añade el índice alarmante de embarazos juveniles.

Todo estos antecedentes muestran un grave problema que requiere un inmenso esfuerzo educativo de la familia, la escuela y la Iglesia y una política familiar, social y de salud que fortalezca el matrimonio y la familia, premie la fecundidad y promueva la responsabilidad en el ámbito de la sexualidad. Quiera Dios que el nuevo plan de educación sexual ayude a esto. Gran tarea le cabe en esto a los medios de comunicación social que deben ser centinelas de la conciencia pública y transmisores de auténticos valores humanos y morales.

Otro dato preocupante es la baja en la tasa de nupcialidad, que llega a 5,1 por cada 1000, debajo incluso de los países europeos. De 104.000 matrimonios civiles en 1989 se bajó a 64.000 en 2001, y una baja proporcional se ha visto en los matrimonios religiosos.

Los jóvenes no se casan, postergan el matrimonio o simplemente conviven. También a nivel adulto es alto el número de convivencias y las rupturas matrimoniales y nuevas uniones.

Esta desintegración familiar tiene graves efectos sociales, visibles entre nosotros: delincuencia juvenil cada vez más violenta, drogadicción, alcoholismo, marginación social.

Todo esto nos hace volvernos a escuchar al P. Hurtado:

“Chile tiene una misión en América y en el mundo: misión de esfuerzo, de austeridad, de fraternidad democrática, inspirada en el espíritu del Evangelio. Y esa misión se ve amenazada por todas las fuerzas de la vida cómoda e indolente, de la pereza y apatía, del egoísmo“.

Y añade:
Pero esta misión ha dejado de cumplirse porque las energías espirituales se han debilitado, porque las virtudes cristianas han decaído, porque la Religión de Jesucristo, en que fuera bautizada nuestra Patria y cada uno de nosotros, no es conservada, ... Es necesario, antes que nada, producir un reflotamiento de todas las energías morales de la Nación: devolver a la Nación el sentido de responsabilidad, de fraternidad, de sacrificio, que se debilitan en la medida en que se debilita su fe en Dios, en Cristo, en el espíritu del Evangelio“.” (Te Deum en Chillán en 1948).

4. Un signo de esperanza en nuestra patria es el sentido solidario que se ha despertado en los jóvenes (p.e. trabajos de invierno y verano, misiones, visitas nocturnas a los que viven en las calles) y el aumento de voluntariado que en diversas instituciones o individualmente prestan pequeños y grandes servicios al prójimo necesitado.

En este año de elecciones, es oportuno recordar lo que decía el P.,Hurtado sobre la necesidad de la formación política y social de los jóvenes para que se desarrolle cada vez ese espíritu de servicio en ellos, unido a una competencia profesional.

Lo mismo vale para los adultos: ser católicos equivale a ser sociales.

La Iglesia acaba de publicar el Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, como un valioso arsenal de principios y orientaciones para ayudar al desarrollo de la conciencia social y construir una convivencia más justa, fraterna y solidaria, teniendo presente la centralidad de la persona humana, la importancia de la familia y el rol subsidiario del Estado.

5. “La Patria es una misión que cumplir“ decía el P. Hurtado.

“¿Cuál es la misión de mi Patria? ¿Cómo puede realizarla? ¿Cómo puedo colaborar yo en ella? Dios ha confiado a Chile esa misión de esfuerzo generoso, su espíritu de empresa y de aventura, ese respeto del hombre, de su dignidad, encarnado en nuestras leyes e instituciones democráticas […].

La misión de Chile queremos cumplirla; nos sacrificaremos por ella“.

En Diciembre tendremos elecciones presidenciales y parlamentarias. El Comité Permanente del Episcopado ha emitido una Declaración titulada: “Responsabilidad y transparencia en el proceso electoral“. En ella, los Obispos manifiestan que “es un derecho y un deber de los ciudadanos conocer lo más acabadamente posible los programas de los candidatos (as), así como los valores y criterios en que se sustentan...“ Piden “propuestas concretas para promover una mayor equidad, que supere las escandalosas brechas sociales, económicas y culturales existentes en nuestro país y procuren fortalecer la familia como el principal espacio de humanización“. Añaden que “es necesario que formulen políticas favorables a la vida, a la educación, a la salud, a los trabajadores y a las personas de la tercera edad“.

Finalmente, invitan a que “este tiempo previo a las elecciones sea una oportunidad de discernimiento“ para que el voto sea realmente un ejercicio de auténtica responsabilidad ciudadana, realizada en conciencia informada y a la luz del Evangelio, para los creyentes.

6. El Evangelio de hoy es la parábola de los trabajadores de la viña. Se trata del dueño de una finca que salió muy de mañana a contratar obreros para su viña. Después de contratarlos por un denario al día, los envió a trabajar.

Y así, salió a media mañana, a mediodía, a primera hora de la tarde y a media tarde, diciendo a los estaban sin trabajar: “Id también vosotros a mi viña y os daré lo que sea justo“.

Al atardecer, encargó a su administrador pagar el jornal a cada uno, empezando por los últimos hasta los primeros.

Ante la queja de éstos por recibir lo mismo que los últimos pese a soportar el peso del día y del calor, el dueño les responde que no les hace ninguna injusticia porque les ha dado lo convenido pero que no debe haber envidia si él es generoso con sus cosas.

La parábola tiene varias claves de lectura. Veamos dos.

Nos invita a cambiar de mentalidad, a no ver solo la recompensa material del trabajo sino también la dicha de haber podido trabajar todo el día respondiendo a la invitación del dueño de la finca.

Nos invita también a no ser envidiosos y valorar la generosidad del propietario que frece gratuitamente a todos lo que es justo, privilegiando a los últimos, los marginados y desposeídos.

¿Quién puede dudar que el dueño de la finca es Dios, que es Amor gratuito y que al crearnos nos ha llamado a colaborar con El en la transformación del mundo para que sea morada de todos los hombres?

Piense cada uno lo mucho que debe a Dios y si su actitud con los demás es la misma que Dios tiene con nosotros. Si viviéramos así, seríamos más felices y tendríamos una nación de hermanos.

7. Volvamos ahora nuestra mente y corazón a la Madre de nuestra Patria.

“Cuando nació el Chile independiente, los Padres de la Patria, experimentando la debilidad de la nación, recurrieron solemne y reiteradamente a la Stma. Virgen María, en su advocación del Carmen.

Ella, proclamada (en 1823) Patrona de Chile, nos dé ahora a sus hijos el vigor necesario para enfrentar con sinceridad y valentía los apremiantes deberes de chilenos“.

Así escribían en 1968 los Obispos de Chile, con motivo del Sesquincentenario de la Independencia Nacional lograda finalmente en Maipú, palabras plenamente vigentes hoy cuando nos acercamos al Bicentenario.

Por eso, con sencillez de hijos oremos a la Virgen del Carmen:

“Hoy te confiamos lo que somos y tenemos: nuestros hogares, escuelas y oficinas; nuestras fábricas, estadios y rutas; el campo, las pampas, las minas y el mar...

Enséñanos a conquistar el verdadero progreso, que es construir una gran nación de hermanos donde cada uno tenga pan, respeto y alegría“. Amén

† Cristián Caro Cordero
Arzobispo de Puerto Montt
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