Homilía en el Te Deum Ecuménico de Fiestas Patrias 2005
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Homilía en el Te Deum Ecuménico de Fiestas Patrias 2005

Iglesia Catedral de Valparaíso, 18 de Septiembre de 2005

Fecha: Domingo 18 de Septiembre de 2005
Pais: Chile
Ciudad: Valparaíso
Autor: Mons. Gonzalo Duarte García de Cortázar

1.- Cumpliendo con la hermosa tradición que se remonta a los comienzos mismos de nuestra vida como Nación, nos congregamos hoy en los principales templos de la Patria para dar gracias a Dios por Chile y por todos los que en él vivimos. Por todos los hombres y mujeres que dieron comienzo y han llevado adelante esta fascinante historia y proyecto nacional, del cual somos no sólo los depositarios, sino los responsables de su realización en el hoy de nuestras vidas y de su proyección en el futuro de la comunidad nacional.

2.- Resuenan fuerte en nuestros oídos y en nuestros corazones las palabras de Jesús que se acaban de proclamar: “Amen a sus enemigos, hagan el bien a quienes los odian, bendigan a los que los maldicen, oren por los que los insultan” (S. Lucas 6, 27 y 28). Nos han interpelado fuertemente, porque entre las Iglesias y Confesiones religiosas que estamos hoy celebrando este Te Deum, diferencias históricas han desgarrado nuestras vidas y nuestra fraternidad, nos hemos tratado como enemigos y nos ha costado enormemente reconocernos como lo que en verdad somos: hermanos porque Hijos del mismo Padre Celestial y servidores del Único Señor Jesucristo. Hemos hecho un trabajo de años a través de la Fraternidad Ecuménica y del Diálogo Judeo-Cristiano. Hemos aprendido a conocernos y respetarnos. Hemos logrado ser amigos y llevar a cabo acciones comunes de oración, reflexión y ayuda solidaria. Nos falta, ciertamente, un gran camino hasta llegar a cumplir el deseo de Jesús: “Padre, que sean uno como tú y yo somos uno.....para que el mundo crea que tú me has enviado” (S. Juan 17, 21). Sin embargo, en este día en que uno de los deseos más profundos de nuestro corazón de chilenos y cristianos es la anhelada unidad y reconciliación nacional, modestamente ofrecemos el testimonio del camino que hemos hecho como una realidad no fácil, pero sí posible, con la ayuda de Dios.

3.- Son tantos los motivos de gozo y alegría por los cuales los chilenos hoy tenemos que agradecer, que es imposible hacerlo en el tiempo que dura esta celebración. Pero no podemos dejar de mencionar los diversos pueblos, etnias y culturas que conforman y enriquecen nuestra comunidad nacional y que están representados en este solemne acto. También por todos los hombres y mujeres que habitamos este suelo. Por todas las comunidades extranjeras hermanas y amigas que se han integrado a Chile a todo lo largo de su historia, hasta el día de hoy, y en forma muy especial en esta querida ciudad de Valparaíso, verdadero crisol de nacionalidades, razas y culturas. Una especial gratitud al Señor por las madres de Chile, tanto las que han dado a luz hijos como las que, sin engendrar, han formado el corazón de miles de niños y jóvenes. Pienso que las madres y las mujeres de Chile son fundamento de la Nación, y llevan sobre si la tarea más importante y de más trascendencia presente y futura para los destinos de la Patria: ser fuente de nuevas vidas, puntal de la familia y las primeras y principales educadoras de sus hijos e hijas.

4.- Debemos también agradecer a Dios por tantos, tantísimos hombres y mujeres que dedican lo mejor de si mismos al servicio de los demás, particularmente los más necesitados. Tantos miles de voluntarios y voluntarias; tantos miles de servidores públicos, que desde el gobierno, el parlamento, el sistema judicial, el magisterio, las municipalidades, las Fuerzas Armadas y de Orden, trabajan sin descanso por un Chile mejor. Tantísimos conciudadanos que participan en Centros de Padres, Juntas de Vecinos, Centros de Madres, Asociaciones Culturales y Deportivas, Partidos Políticos y tantos organismos intermedios que conforman las trama de la Nación. Tantos artistas, intelectuales y comunicadores sociales que contribuyen a la belleza y a la verdad. Tantos empresarios y trabajadores que dan vida a nuestra economía. Tantos agentes pastorales de nuestras Iglesias y Comunidades Religiosas que se comprometen desinteresadamente, sólo por amor a Dios y a los hermanos, con el fin de ayudar a dar consistencia espiritual al alma de Chile. Son, en verdad, varios millones de hombres y mujeres: niños, jóvenes, adultos y adultos mayores que día a día “hacen Patria”. Por ellos, damos gracias infinitas a nuestro Dios.

5.- Algunos acontecimientos del último tiempo son también motivo de gozo y esperanza. Ayer mismo se promulgó solemnemente un nuevo texto de la Constitución Política del Estado aprobado por la inmensa mayoría de nuestros representantes y que concita un gran consenso nacional. Por otra parte, hay muy buenas noticias en lo referente a la economía del país y Chile sigue avanzando en su desarrollo, según los datos entregados por el último informe del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), que lo ubican en el lugar 37 entre las 177 naciones analizadas. Ciertamente hay una paulatina disminución de los índices de pobreza: sólo en nuestra región 15.467 familias han salido de la indigencia, lo cual es motivo de gran satisfacción. Hay, también, un aumento en la inversión pública en salud y educación, con la creciente implementación del Plan Auge y los nuevos y novedosos planes para hacer posible el acceso a la educación superior de más jóvenes de familias de menores ingresos, lo que asegurará, según fuentes oficiales, acceso a la universidad al 60% más pobre de la población. La reforma procesal penal ha abarcado ya al país entero y se están viendo y evaluando sus primeros resultados y posibles correcciones. Pero hay que reconocer que una justicia pronta y transparente es infinitamente más equitativa que el viejo sistema. Ha habido avances significativos, también, en el proceso de verdad y justicia en que nos hemos empeñado, aunque falta aún mucho camino por recorrer.

6.- Hay también un motivo muy grande de alegría y esperanza. Me refiero a la ya próxima canonización del Padre Alberto Hurtado Cruchaga. Su figura se ha ido agigantando con el tiempo a medida que hemos ido conociendo su vida, su obra y sus escritos, y nadie duda que ha rebasado ampliamente los límites de la Iglesia Católica para llegar a convertirse en patrimonio espiritual de la Nación chilena. Al declararlo “santo”, la Iglesia lo propone como ejemplo valedero y cercano de hombre y de cristiano. Y para los que tenemos fe, en un poderoso intercesor ante Dios. La Patria entera ha reconocido la grandeza y la virtud del Padre Hurtado y su aporte espiritual y valórico a la Nación, y el hecho de que S.E. el Presidente de la República haya decidido participar, junto a su señora esposa y a las más altas autoridades de la República, en la ceremonia del 23 de octubre en Roma, es un público testimonio de que todo Chile se alegra y quiere seguir los pasos de este hombre santo.

7.- Hay, sin embargo, situaciones preocupantes que ensombrecen la vida de la Patria. Los hechos violentísimos sucedidos en varias partes de Chile hace tan sólo una semana, sumados a otras muchas situaciones de violencia delictual inusitada y creciente, con amplia participación de jóvenes y adolescentes; a continuas protestas juveniles; al creciente consumo de alcohol y drogas y la vida sexual desordenada y prematura, con onerosas consecuencias en la vida de los mismos jóvenes, han llevado a muchas personas lúcidas, pertenecientes a mundos culturales y espirituales diversos, a plantearse que algo profundo anda mal en nuestra Patria. Es un tema de gran complejidad, con muchas causas que se entrecruzan y se van potenciando y sobre el cual es muy delicado generalizar. Los estudiosos de la sociedad tienen mucho que decirnos, lo mismo que los líderes sociales y políticos. Pero es una situación que nos afecta a todos y en la cual de alguna manera todos tenemos responsabilidad.

8.- En un Te Deum de 18 de septiembre, el recordado cardenal Raúl Silva Henríquez habló de lo que llamó “el alma de Chile”, cuya identidad, dijo, “se funda en la dignidad de la persona humana, la primacía del Derecho y el aporte original de la Fe cristiana”.

9.- Creo que debemos preguntarnos: ¿estamos en Chile respetando cabalmente la dignidad de la persona humana? No cabe duda alguna que ha habido progresos notables en algunos ámbitos, como ya he señalado, pero es innegable que, por ejemplo, la mayoría de nuestros adultos mayores están condenados a una situación extremadamente difícil, con pensiones, jubilaciones y montepíos que hacen absolutamente imposible llevar una vida digna. Dicen, y con pena, “es el pago de Chile”. Por otra parte, según ha denunciado públicamente en días recientes una importante autoridad eclesiástica, en Chile hay miles de trabajadores a los cuales se les han descontado de su remuneración varios miles de millones de pesos por concepto de imposiciones los que luego no se les han depositado en sus respectivas cuentas, con todos los problemas de atención de salud y de jubilación que esto conlleva (Arzobispo de La Serena, agosto de 2005). Se falta, también, gravemente el respeto a la vida por nacer con interrupciones de embarazos –abortos- provocados por agentes físicos o químicos (se los llama eufemísticamente “medicamentos”) o con intervenciones genéticas francamente inaceptables o de discutida moralidad y sobre las cuales aún no se termina de legislar. La violencia al interior de la familia –sobre la que, gracias a Dios, paulatinamente hemos ido tomando conciencia- llega a extremos, en algunos casos, de crueldad increíble, y sus víctimas principales son los niños y las mujeres. La violencia cuotidiana, el mal humor habitual, la aspereza de las relaciones tanto dentro como fuera de la familia, nos indican que “el corazón” está enfermo. Y las diversiones y distracciones que algunos medios ofrecen son verdaderamente indignos: en su lenguaje –grosero y vulgar en muchos casos-; en sus historias: frívolas, irrelevantes, cuando no inmorales.

10.- Sobre la primacía del Derecho: aunque mucho se ha legislado desde el retorno a la democracia, hay una sensación extendida, sobre todo entre los pobres y entre los jóvenes, de que sus derechos no son plenamente reconocidos. Que dentro del mismo Chile hay, en la realidad, más de un país. Una publicación especializada de circulación nacional, en su último número decía que hay señales evidentes de que el sector de más altos ingresos –cerca del 6% de la población total- está cada día más rico. Que las casas que en este último tiempo se han levantado en los barrios más exclusivos, los autos de lujo que circulan por las calles de Santiago, la proliferación de las bancas “premium”, la rapidez con que se venden los proyectos de segunda vivienda y lo llenos que están los vuelos internacionales durante todo el año “hablan de que en Chile hay mucha plata”. “Y desgraciadamente –continúa- este fenómeno convive aún con una tremenda desigualdad y pobreza que, en mayor o menor grado, todavía sigue porfiadamente presente” (Capital, septiembre 2005). Pues bien, los pobres, de la ciudad y del campo, y los jóvenes saben esto. Y ven que no tienen real participación en la construcción del Chile que desean (el voto es un elemento importante, pero parcial y limitado). Y que no tienen posibilidades de llegar pronto a una solución satisfactoria de sus problemas y de su exclusión. Lo ven y no lo aceptan. No les duele tanto la pobreza, sino las desigualdades y la exclusión. Y reaccionan con violencia increíble que, objetivamente, es inaceptable. Pero el endurecimiento de las penas y la rebaja en la edad de la responsabilidad penal no son solución. Hay en todo esto un desafío tremendo para todos: nadie se puede marginar de él. “La Patria es una misión que cumplir”, nos decía el Padre Hurtado. Que todos tenemos que cumplir. Pero especialmente quienes tenemos más responsabilidad en la sociedad y particularmente quienes detentan los cargos públicos del Estado.

11.- Estamos en un momento de gran importancia para la vida de la Nación. En menos de tres meses habrá elecciones presidenciales y parlamentarias. Felicito vivamente a quienes han decidido postular a los cargos que debemos elegir. Me hago un deber en recordar la tradicional doctrina de la Iglesia acerca de la inmensa nobleza y dignidad de la función y el servicio público y de la actividad política, a la que considera una manifestación eminente de caridad. Y recuerdo, también, lo que dijimos los obispos del Comité Permanente de la Conferencia Episcopal de Chile el pasado 11 de agosto en nuestra declaración “Responsabilidad y transparencia en el proceso electoral”: “Es un derecho y deber de los ciudadanos conocer lo más acabadamente posible los programas de los candidatos y candidatas, así como los valores y criterios en que se sustentan”. “En particular destacamos que sean propuestas concretas para promover una mayor equidad, que supere las escandalosas brechas sociales, económicas y culturales existentes en nuestro país y procuren fortalecer la familia como el principal espacio de humanización. Es necesario que formulen políticas favorables a la vida, a la educación, a la salud, a los trabajadores y a las personas de la tercera edad. Es deber de quienes postulan presentarlas de manera oportuna, transparente y clara”.

12.- Pero hay un tercer elemento constitutivo del “alma de Chile” -además de la dignidad de la persona humana y la primacía del Derecho- al que se refería el Cardenal Silva Henríquez en aquel 18 de septiembre. Y es “el aporte original de la Fe cristiana” a la cultura chilena, que nosotros, Iglesias y Confesiones Cristianas aquí reunidas, queremos respetuosamente volver a proponer y a jugarnos por él como nuestra contribución a la construcción permanente de la Patria.

13.- La matriz de la cultura original del pueblo chileno es la Fe cristiana, que el 90% de los habitantes de nuestra Patria reconoció en el Ultimo Censo de Población del año 2002. Hay en esta Fe, basada en la Biblia, elementos fundamentales que nos deben guiar y pueden iluminar el caminar de la Nación chilena y de sus gobernantes, particularmente en estos cinco años de preparación al Bicentenario.

14.- “La piedra fundamental de nuestra construcción es poner a Dios en el primer lugar de nuestra vida y de nuestros proyectos”. “La historia nos enseña dramáticamente que, cada vez que ponemos al hombre en la cima de la historia, las luchas de poder nos devoran y el narcisismo nos destruye” (“En camino al Bicentenario”, Obispos de la Conferencia Episcopal de Chile N° 18). Esto, obviamente, “no significa relegar al ser humano a un lugar secundario......ya que no concebimos ningún proyecto humano que no se ponga decididamente al servicio del hombre y la mujer, centro de la historia querida por Dios. En consecuencia, profesamos la dignidad incuestionable de la persona humana y de toda persona humana” (Ibid. N° 19).

15.- También “afirmamos el valor sagrado de la vida humana desde su concepción hasta su muerte natural”. Pensamos que “el desprecio por la vida, su indebida manipulación, o la arrogancia ante la vida, como si nosotros fuéramos sus dueños, implica una grave ofensa al Creador”(Ibid. N° 20)
“Si cada vida es sagrada, la de los más débiles, de los pequeños, de los enfermos y de los más pobres, cobran especial importancia a los ojos de Dios. Y lo que más ennoblece a un pueblo es honrarlos con una opción preferencial” (N° 21).

16.- Creemos que la calidad de vida es mucho más que el simple progreso material. “En efecto, el progreso material, siendo importante, no constituye de por sí el único indicador de desarrollo ni es la única meta del trabajo y de la preocupación social. El progreso material es un medio necesario que debe ser puesto al servicio de la dimensión superior y espiritual del hombre y la mujer. De lo contrario, se vuelve contra ellos mismos” (N° 23).

17.- “En otro orden de ideas, hay tres grandes valores relacionados con la dignidad de la persona : el derecho a la libertad, el respeto a la conciencia y el amor por la verdad”
“El hombre nace libre y está llamado a ejercer su libertad para buscar el bien y la verdad” (N° 24). Si no fuere así, sería una libertad mentirosa y mal entendida.

El respeto a la conciencia es nota distintiva de una sociedad sana y “verdaderamente desarrollada”. “La conciencia ocupa siempre el lugar decisivo en todo discernimiento”, pero existe “el deber de formar la propia conciencia y, en especial para los creyentes, formarse en el sentido ético y teológico de los temas en discusión” (N° 25).

“El amor por la verdad es fundamental porque expresa la dignidad del ser humano, y permite establecer relaciones en un marco de confianza y generar una vida social sana. El relativismo, la indiferencia o, peor aún, el menosprecio de la verdad, termina quitándonos toda posibilidad de comunicación” (N° 26).

18.- “Es parte esencial del cristianismo el fomento de la solidaridad humana” (N° 27). Y precisamente ante una realidad difícil en cuanto a la situación social y a la inequitativa distribución de bienes, pensamos que todos debemos asumir una verdadera cultura de la solidaridad y del compartir, que implica necesariamente una vida sobria a fin de no ofender a los que menos tienen. Frente a la lógica férrea del sistema económico mundial que lleva al individualismo y favorece la exclusión, pensamos que sólo una vida sobria y solidaria puede romper este verdadero círculo vicioso.

19.- Al empezar este solemne Te Deum Ecuménico, escuchamos, en el primer libro de los Reyes, la hermosa súplica del joven rey Salomón: “Tú, Señor Dios mío, me has puesto para que reine......aunque soy un muchacho joven y sin experiencia.........Dame, pues, un corazón atento para gobernar a tu pueblo y para distinguir ente lo bueno y lo malo”. Y nos dice el texto, a continuación, que “al Señor le agradó que Salomón le hiciera tal petición” (1° Reyes 3, 4 a 15).

Pidamos todos, hermanas y hermanos, al Señor nuestro Dios “un corazón atento”, “saber distinguir lo bueno y lo malo” para así poder servir desinteresadamente al querido pueblo de Chile.

¡AL REY DE LOS SIGLOS INMORTAL E INVISIBLE!

¡AL UNICO DIOS HONOR Y GLORIA POR LOS SIGLOS DE LOS SIGLOS!

† Gonzalo Duarte García de Cortázar
Obispo de Valparaíso

Valparaíso, 18 de septiembre de 2005.

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